El morisco no esta.
—?Que pretendeis? —grito entonces Fatima.
El hombre que la agarraba del brazo le propino un manotazo en el rostro al tiempo que el secuaz que arrastraba a Aisha la zarandeaba para que no gritase. Fatima, aterrada, tuvo tiempo de lanzar una ultima mirada hacia su hogar. Los sollozos de sus hijos la hicieron volver la cabeza hacia ellos. Dos hombres los cargaban sobre los hombros; otro arrastraba a Shamir, que intentaba soltarse mediante infructuosos puntapies. Ines, Francisco... ?que iba a ser de ellos? Se debatio una vez mas, inutilmente, en los fuertes brazos de su secuestrador. Cuando se rindio, vencida, salio de su boca un grito ronco, de ira y dolor, que el hombre sofoco con su recia mano. ?Ibn Hamid!, murmuro entonces Fatima para si, con el rostro anegado en lagrimas. Ibn Hamid...
—Vamonos —ordeno el noble.
Desanduvieron sus pasos hasta la cercana puerta de Almodovar, arrastrando a las dos mujeres por las axilas; los ninos seguian en brazos de aquellos que los habian sacado de la casa.
En solo unos instantes montaban a caballo, con las mujeres tumbadas sobre la cruz como si de simples fardos se tratase y los ninos agarrados por los jinetes. Mientras, en la calle de los Barberos, los vecinos se arremolinaban frente a las puertas abiertas de la casa de Hernando, dudando si entrar o no. El marques y sus hombres partieron al galope en direccion a la venta del Monton de la Tierra.
Pero el secuestro de aquella familia solo constituia una parte del acuerdo con Samuel el judio, que tambien incluia poner a los pies de Brahim al monfi de Sierra Morena conocido como el Manco, pensaba el marques, preocupado durante su carrera hacia la venta por no haber encontrado a Hernando.
Asaltar una casa morisca en Cordoba fue para el marques de Casabermeja una empresa relativamente facil. Solo hacia falta contar con hombres leales y preparados, y dejar caer unos escudos de oro aqui y alla; nadie iba a preocuparse por unos cuantos perros moros. Lo del monfi era diferente: habia que encontrar a su banda en el interior de -Sierra Morena, acercarse a el y, con toda seguridad, pelear con su gente para capturarlo. La empresa del monfi se habia iniciado hacia dias y solo cuando el marques recibio noticias de que sus hombres ya se habian puesto en contacto con el Manco, aviso a Brahim y este se arriesgo a entrar en Cordoba. Todo tenia que hacerse al mismo tiempo, puesto que ni el corsario queria permanecer en tierras espanolas mas dias de los imprescindibles, ni el marques de Casabermeja queria arriesgarse a que los detuvieran.
Para capturar al monfi el marques habia contado con un ejercito de bandoleros valencianos capitaneados por un noble de menor rango y escasos recursos economicos, cuyas tierras lindaban con las posesiones que el senoreaba en el reino de Valencia. No era el unico hidalgo que recurria a tratos con bandoleros; existian verdaderos ejercitos al mando de nobles y senores que, amparados en sus prerrogativas, usaban a esos criminales a sueldo para misiones de puro saqueo o con el fin de zanjar a su favor cualquier pleito sin necesidad de recurrir a la siempre lenta y costosa justicia.
El administrador de las tierras del marques en Valencia gozaba de buenas relaciones con el baron de Solans, quien mantenia un pequeno ejercito de cerca de cincuenta bandoleros que haraganeaban en un destartalado castillo y que acepto de buen grado el importe que le ofrecio el administrador por deshacerse de una banda de moriscos. Salvo el Manco, al que deberian entregar vivo en la venta del Monton de la Tierra, los demas debian morir, pues el marques no deseaba testigos. El baron de Solans engano a los monfies de Sierra Morena haciendo llegar a Ubaid un mensaje por el que le invitaba a aliarse con el dado su conocimiento de las sierras para, juntos, afrontar misiones de mayor envergadura en las cercanias de la rica