—Aqui lo teneis, marques —le dijo, al tiempo que echaba un brazo atras hasta agarrar a Ubaid del cabello y le obligaba a arrodillarse a los pies del caballo.
—Os estoy agradecido, senor —contesto Casabermeja.
—Mientras el marques hablaba, uno de sus lacayos echo pie a tierra y entrego una bolsa al baron, quien la desato, la abrio y empezo a contar los escudos de oro que restaban del pago convenido.
—El agradecimiento es mio, excelencia —afirmo el valenciano dandose por satisfecho—. Confio en que en vuestra proxima visita a vuestros estados de Valencia, podamos reunimos y salir de caza.
—Estareis invitado a mi mesa, baron. —El marques acompano sus palabras con una inclinacion de cabeza.
—Me considero muy honrado —se despidio el baron. Con un gesto indico a los dos hombres que le acompanaban que se dirigieran hacia la puerta.
—Id con Dios —le deseo el marques.
El baron respondio a esas palabras con algo parecido a la reverencia con que debia despedirse de un caballero de mayor rango y se encamino hacia la salida. Antes de que alcanzase la puerta, el marques desvio su atencion hacia el balcon donde unos instantes antes se hallaba Brahim, pero el corsario ya habia bajado al patio para, sin mediar palabra, echar por encima de Fatima una manta piojosa que encontro en la habitacion, y dirigirse, sofocado y resoplando, hacia el arriero de Narila.
—No te acerques a el —le conmino el lacayo que habia pagado al baron haciendo ademan de empunar su espada. Varios de los hombres que le rodeaban si que la desenvainaron nada mas percibir la actitud del servidor de su senor.
—?Que...? —empezo a quejarse Brahim.
—No te hemos oido dar el visto bueno al nuevo trato —le interrumpio el lacayo.
—De acuerdo —accedio de inmediato el corsario, antes de apartarlo violentamente de su camino.
Ubaid habia permanecido arrodillado a los pies del caballo del marques, tratando de mantener su orgullo, hasta que oyo la voz de Brahim, momento en que volvio la cabeza lo justo para recibir una fuerte patada en la boca.
—?Perro! ?Cerdo marrano! ?Hijo de mala puta!
Aisha y Fatima, envuelta esta en la sucia y aspera manta con que la habia cubierto Brahim, intentaron observar la escena entre el baile de sombras originado por el fuego de los hachones, los hombres y los caballos: ?Ubaid!
Brahim habia acariciado mil distintas formas de disfrutar con la lenta y cruel muerte que reservaba al arriero de Narila, pero la mueca de desprecio con la que este le respondio desde el suelo, con la boca ensangrentada, le irrito de tal manera que olvido todas aquellas torturas con las que habia sonado. Temblando de ira, desenvaino el alfanje y descargo un golpe sobre el cuerpo del monfi, acertando en su estomago sin originarle la muerte. Tan solo el marques permanecio quieto en su sitio; los demas se apartaron presurosos de un hombre enloquecido que, al tiempo que gritaba insultos casi incomprensibles, se ensanaba con Ubaid, aovillado, golpeandolo con su alfanje una y otra vez: en las piernas, en el pecho, en los brazos o en la cabeza.
—Ya esta muerto —senalo el marques desde su caballo, aprovechando un momento en que Brahim paro para coger aire—. ?Ya esta muerto! —grito al comprobar que el corsario hacia ademan de descargar otro golpe.