suelo.
—?No le pegues! —salto Shamir librandose de la mano que le sostenia el menton y lanzandose contra su padre, que estallo en carcajadas mientras soportaba los golpes que el nino le propinaba en la barriga.
Le dejo hacer hasta que decidio librarse de el con una bofetada. Shamir fue a caer junto a Francisco.
—Me gusta tu caracter —rio Brahim—. Pero mientras te empenes en defender al hijo del nazareno —anadio como si fuera a escupir a Francisco—, correras su misma suerte. En cuanto a la otra —anadio con referencia a Ines—, atendera como esclava a mis dos hijas. Y el dia que el nazareno se presente en Tetuan...
Sola en el camino a Cordoba, arrastrando los pies, Aisha volvio a sentir el mismo escalofrio que le recorrio el cuerpo en el patio de la venta al solo recuerdo de aquella frase que Brahim dejo flotar en el aire: el dia que el nazareno se presente en Tetuan... Fatima tambien se habia estremecido debajo de la manta. Las dos mujeres cruzaron la que, presentian, iba a ser su ultima mirada, y Aisha percibio la misma suplica que le hiciera la noche anterior: ?No se lo digas! ?Lo matara!
?Lo matara! Con esa certeza, Aisha accedio a Cordoba por la puerta del Colodro. Pero esta vez, a diferencia de lo ocurrido anos atras, cuando recorrio ese mismo camino con Shamir en brazos despues de que Brahim la obligara a seguirlo a la sierra, consiguio ocultarse a la vigilancia de los alguaciles. Cruzo la puerta a escondidas, como un alma en pena, con los pies sangrantes y solo vestida con la camisola de dormir. Llego a la calle de los Barberos, donde la vision de la puerta del zaguan y la cancela de reja que daba al patio abiertas de par en par, la espabilo. El postigo de la ventana de un balcon se cerro de repente a pesar de que era de dia y una de sus vecinas, dos casas mas alla, que en aquel momento iba a pisar la calle, se echo atras y volvio a entrar. Aisha accedio a la casa y entendio el porque: sus vecinos cristianos la habian saqueado durante la noche. Nada quedaba en su interior, ?ni siquiera los tiestos! Aisha miro hacia la fuente: no habian podido robarles el agua que manaba de ella; luego desvio la mirada al lugar donde, bajo una loseta, escondian sus ahorros. La loseta estaba levantada. Observo la siguiente: en su sitio. Hernando tenia razon. Una melancolica sonrisa aparecio en sus labios al recordar las palabras de su hijo.
—Debajo de esta guardaremos los dineros. —Entonces habia dispuesto la loseta en forma tal que cualquier observador, por poco sagaz que fuese, llegara a darse cuenta de que habia sido removida. Bajo la que estaba justo al lado de aquella, bien afianzada, escondio el Coran y la mano de Fatima—. Si alguien entra a robar —afirmo al final—, encontrara los dineros y sera dificil que imagine que en la otra tambien se esconde un tesoro, nuestro verdadero tesoro.
Pero Hernando pensaba en la Inquisicion o la justicia cordobesa, nunca en sus vecinos.
—?Que ha sucedido, Aisha? ?Y Fatima y los ninos?
Aisha se volvio para encontrarse con Abbas, parado junto a la cancela de hierro.
—No... —Balbuceo abriendo las manos—. No se...
—Dice la gente que anoche, Ubaid y sus hombres...
Aisha no escucho mas. ?No se lo digas! ?Lo matara! La suplica de Fatima revivio en su recuerdo. Ademas... ?solo le quedaba Hernando! Le habian vuelto a robar a otro hijo. No tenia mas que aquel sonriente nino de ojos azules que buscaba su carino en Juviles, al amparo de la noche, ocultos a las miradas. ?Que iba a ser ahora de sus vidas? ?No