—Te lo ruego. Ve a buscar a mi hijo.
Y en ello estaba Abbas, paso a paso bajo el sol de Andalucia, con el estomago encogido, la bilis siempre en la boca y las lagrimas asomando a los ojos, mientras pensaba en como comunicarle a un buen amigo que su esposa y sus dos hijos habian sido salvajemente asesinados en el interior de Sierra Morena.
Todas aquellas frases que habia ideado se le borraron de la mente a la sola vision de Hernando, que abandono la yeguada y salto agilmente de Azirat a tierra para correr hacia el, curtido por el sol, sus ojos azules mas brillantes que nunca, mostrando unos dientes blancos en amplia y sincera sonrisa.
A Abbas se le nublo la vista; la yeguada se convirtio para el en un simple borron informe. Sin embargo, llego a percibir como Hernando se detenia bruscamente a escasos pasos de donde el se hallaba. Su presencia se confundio con las mil manchas oscuras de las yeguas a sus espaldas, y las palabras de Hernando le parecieron lejanas, como si le llegasen transportadas por el viento desde algun lugar remoto.
—?Que sucede?
—Ubaid...—musito Abbas.
—?Que pasa con Ubaid? —Hernando parecia atravesarle con sus ojos azules, ahora tenidos de una creciente inquietud—. ?Ha pasado algo? Mi familia... ?esta bien? ?Habla!
—Los ha asesinado —logro articular el herrador, sin poder levantar la mirada—. A todos menos a tu madre.
Hernando se quedo mudo. Durante unos instantes permanecio inmovil, como si su mente se negara a admitir lo que acababa de oir. Luego, muy despacio, se llevo las manos al rostro y aullo al cielo. ?Fatima! ?Los ninos!
—?Hijo de puta! —exclamo de repente en direccion a Abbas.
Golpeo al herrador y este cayo al suelo. Luego se abalanzo sobre el.
—?Perro! ?Me prometiste seguridad! ?Te encargue que los vigilaras, que cuidases de ellos!
Hernando golpeaba a un Abbas inerte, incapaz tan siquiera de protegerse ante la paliza.
Lo ultimo que noto el herrador antes de perder el conocimiento fue como los demas hombres levantaban a Hernando, que gritaba lo que para el ya eran palabras ininteligibles.
Antes de llegar a Sevilla, Azirat se nego a continuar galopando al mismo ritmo que llevaba desde que partieron del Lomo del Grullo. Hernando clavo una vez mas sus espuelas en los ijares del caballo, igual que llevaba haciendolo durante las cerca de siete leguas que recorrio al galope tendido, pero el animal fue incapaz de echar las manos por delante y su galope, pese al castigo, se fue haciendo mas y mas lento y pesado hasta llegar a detenerse.
—?Galopa! —Grito entonces, espoleandolo y echando su cuerpo hacia delante. Azirat simplemente se tambaleo—. Galopa —sollozo, mientras movia freneticamente las riendas. El animal se arrodillo en el camino—. ?Dios! ?No!
Hernando salto del caballo. Azirat se hallaba cubierto de espuma; sus ijares ensangrentados, los ollares desmesuradamente abiertos en su esfuerzo por respirar. Hernando apoyo la mano sobre su corazon: parecia que iba a reventar.
—?Que he hecho? ?Tambien tu vas a morir?
?Muerte! El frenesi del galope en el que habia tratado de