exhibiendose a la mirada de quien quiera que pudiera estar escondido entre la vegetacion. Solo el ruido del correteo y del aletear de los animales, sorprendidos, le respondio—. ?Perro repugnante! —continuo gritando—. ?Ven a mi! ?Te matare! ?Te cortare la otra mano, te abrire en canal y yo mismo repartire tus despojos entre las alimanas!

Sus gritos se perdieron en la inmensidad de Sierra Morena. Y torno el silencio. Hernando se desplomo en la montura. ?Como iba a encontrar al Manco en aquellas serranias?, penso. ?Tenia que ser el monfi quien acudiese a su desafio! Desenvaino la espada y la alzo al cielo.

—?Puerco asqueroso! —aullo de nuevo—. ?Asesino!

A lomos de Azirat, habia abandonado Cordoba tan pronto como logro ordenar cuanto necesitaba. Se despidio de su madre despues de intentar, una vez mas, que le proporcionase algun dato, el mas minimo indicio para empezar su busqueda, pero no lo logro.

—?Adonde vas? —le pregunto Aisha.

—Madre, a hacer lo que todo aquel que se llame hombre debe hacer: vengarme de Ubaid y encontrar los cadaveres de mi familia.

—Pero...

Hernando la dejo con la palabra en la boca. Luego se dirigio a la casa de Jalil y el anciano le prometio que tendria lo que necesitaba: una buena espada, una daga y un arcabuz que le entregarian en secreto en el camino de las Ventas.

—Que Ala te acompane, Hamid —le despidio solemnemente el anciano, irguiendose cuanto le permitio su cuerpo.

Despues fue a las caballerizas y busco al administrador. Durante unos instantes, mientras el morisco excusaba su presencia, el hombre le examino desde detras de la escribania: el rostro aparecia macilento y unas ojeras amoratadas revelaban la noche que habia pasado, en vela, llorando, golpeando muebles y paredes, clamando venganza.

—Ve —musito el administrador—. Encuentra al asesino de tu familia.

Ese primer dia, despues de esperar en vano a que Ubaid respondiese, Hernando azuzo a Azirat para que bajase del cerro. Hasta que se puso el sol, recorrio canaverales, cruzo riachuelos y ascendio lomas desde las que volvio a retar a Ubaid. Pregunto en las ventas y a las gentes que encontro en el camino; nadie supo darle noticias del paradero de los monfies: hacia tiempo que no actuaban.

De regreso a Cordoba, escondio las armas entre unos matorrales para poder cruzar la puerta del Colodro sin problemas. Dejo a Azirat en las cuadras, pero antes de dirigirse a su casa acudio a los poyos del convento de San Pablo a comprobar si los hermanos de la Misericordia habian tenido mas suerte que el y habian encontrado los cadaveres de su familia. Entre las gentes que remoloneaban curiosas, se acerco a aquellos de los cuerpos que aparecian descompuestos, con sentimientos enfrentados: rezaba por encontrarlos y poder sepultarlos, pero no deseaba que sucediera alli, rodeado de cristianos, mercancias robadas y alguaciles, risas y chanzas.

—?Lo encontrare! ?Juro que dare con el aunque tenga que recorrer Espana entera!

Eso fue todo lo que le dijo a su madre cuando esta lo recibio, antes de encerrarse en su dormitorio para martirizarse con el aroma de Fatima que todavia flotaba en el interior.

Al dia siguiente, Hernando se dispuso a partir antes incluso de que amaneciese. ?Queria disponer de todas las horas de sol! Regreso a Cordoba con las

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