del lacayo del marques a la vuelta de los enterradores resonaron en sus oidos como si las estuviese diciendo alli y ahora. Entonces no les habia prestado atencion—. Ya sabeis que Su Excelencia desea que ese cadaver desaparezca; nadie debe saber que no fue el monfi...

—No temais —contestaron los soldados con despreocupacion—. Alli donde lo hemos dejado...

?Dejado! ?Habian dicho dejado! Los soldados no gustaban de trabajar, ?para que esforzarse? Camino los alrededores de la venta fijandose en matorrales y rastrojos. No, ahi no podia ser. Examino los arboles y sus raices, recordando aquellos de las Alpujarras en cuyos huecos llegaba a caber un hombre a caballo. Pateo algun que otro monticulo de tierra seca y hasta escarbo con una pequena pala que llevaba en el hatillo en un tumulo que le parecio apropiado. El sol habia superado con creces el mediodia y caia con fuerza; Aisha sudaba. Al final se topo con una acequia seca e inutilizada. Observo su recorrido y detuvo la mirada alli donde el canalillo se unia con otro. El paso estaba cegado con piedras. No lo dudo. Se apresuro y solo tuvo que apartar unas cuantas rocas y escarbar en la tierra que habia por debajo: el olor putrefacto del cadaver la golpeo. ?Alli estaba el monfi!

Aisha se seco el sudor que corria por su rostro, se irguio y miro a su alrededor. Nada se movia a aquellas horas de calor, despues de comer. Continuo desenterrando el cadaver hasta que Ubaid se le aparecio, reconocible, con el corazon que le habia arrancado Brahim dispuesto sobre su estomago. Lo miro largo rato. Luego extrajo del hatillo la delicada toca blanca bordada de Fatima, la beso con tristeza y la ensucio con tierra seca. La habia encontrado al dia siguiente del secuestro, olvidada en la rapina de sus vecinos cristianos tras un tiesto roto, y la guardo para darsela a Hernando, pero por no entristecerle no habia llegado a hacerlo. Se arrodillo junto a los restos de Ubaid y se la ato al cuello. Se levanto y volvio a examinar el entorno: el silencio solo se veia turbado por el zumbar de los insectos que ahora se lanzaban sobre el cuerpo del monfi. Todavia le quedaba lo mas importante. El camino de las Ventas estaba cerca. Agarro el cadaver de las axilas y empezo a tirar de el, de espaldas; decidio hacerlo por la acequia que llevaba al camino. El corazon del monfi cayo a tierra. Aisha tardo un buen rato: cada pocos pasos tenia que detenerse a descansar y comprobar que nadie merodeaba, pero al fin lo consiguio. Hizo un ultimo esfuerzo y lo arrastro hasta la vera del camino. Cuando lo solto, noto tremendos pinchazos de dolor en todos sus musculos. Dejo escapar una lagrima ante la toca atada al cuello del monfi y se aposto a cierta distancia, escondida tras unos arboles, a la espera de que alguien encontrara el cadaver. Cuando el calor remitio, Aisha vio como una partida de mercaderes se detenia junto a Ubaid. Entonces salio de entre los arboles y se encamino de vuelta a Cordoba.

—Dicen que han encontrado el cadaver del Manco de Sierra Morena, Ubaid, en el camino de las Ventas, cerca de la venta del Monton de Tierra —comento a uno de los guardias de la puerta del Colodro—. ?Sabeis algo de eso?

El hombre no se digno en contestar a una morisca, pero Aisha torcio el gesto en una triste sonrisa al verlo correr en busca de su sargento. Instantes despues, un grupo de soldados partia a galope tendido hacia la venta.

Hernando se extrano del gentio que se acumulaba en los alrededores de la puerta del Colodro. Dudo incluso en utilizar aquel acceso, pero ?que le importaba ya lo que sucediera? Habia sido otra jornada infructuosa de gritos, amenazas e insultos a la nada que se abria entre los cerros de la sierra. Incluso habia tenido que huir cuando se topo con los alanos de una partida de caza que perseguia a un oso. Espoleo a Azirat hacia la multitud y mientras se acercaba, vislumbro gran numero de guardias y soldados entre la gente, asi como nobles ricamente ataviados; incluso le parecio reconocer al corregidor andando arriba y abajo.

Iba a dejar a un lado al grueso de la gente y abrirse paso

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