manos vacias. Lo mismo hizo al dia siguiente, y al otro, y al siguiente del otro.
Aisha le contemplaba volver derrotado, cada dia un poco mas. Y lloro acompasando sus propios sollozos a los que escuchaba desde la habitacion de su hijo en el silencio de las noches. Volvio a considerar contarle la verdad, aunque fuera solo para verle sonreir de nuevo, pero no lo hizo. La mirada suplicante de Fatima y el temor a quedarse sola, a mandar al hijo que le restaba a una muerte segura, se lo impidio. Ella misma habia perdido ya a cinco hijos, ?por que no iba a superar aquella desgracia tambien Hernando? Los ninos morian a centenares antes de alcanzar la pubertad y en cuanto a Fatima, seguro que encontraria a otra mujer. Ademas...; ademas tenia miedo; tenia miedo a quedarse sola.
Hernando continuo acudiendo a las sierras, cada dia algo mas demacrado que el anterior; ya ni siquiera hablaba, ?ni siquiera clamaba venganza! Durante las noches, solo se escuchaba el murmullo de sus constantes oraciones.
«Lo superara —se decia Aisha a diario—. Tiene un buen trabajo —se repetia tratando de convencerse—, y esta bien considerado. ?Es el mejor domador de las cuadras del rey! Abbas lo dice, todo el mundo lo asegura. Hay decenas de muchachas sanas y jovenes dispuestas a contraer matrimonio con un hombre como el. Volvera a ser feliz.»
Pero cuando habian transcurrido cerca de veinte dias comprendio que su hijo se iba a dejar la vida en el empeno, que nunca iba a cejar. ?Debia contarle la verdad? Aisha sintio una congoja insuperable, le temblaban las rodillas: no solo le habia enganado, sino que habia permitido que se torturase durante todo ese tiempo. ?Como responderia Hernando? Era un hombre, un hombre enajenado. Si no la golpeaba, cuando menos la odiaria, igual que odiaba a quien creia que habia matado a su familia. ?Que podia hacer? Se imagino a Hernando insultandola a gritos, y las palizas de Brahim se le revelaron clementes. ?Era su hijo! ?El unico que le quedaba! ?No podia enfrentarse a el!
A la manana siguiente, despues de que Hernando se arrastrase una vez mas en busca del monfi, Aisha abandono Cordoba por la misma puerta del Colodro. Andaba cabizbaja y portaba un hatillo. El sol de finales de agosto seguia cayendo a plomo. Recorrio la legua que separaba la ciudad de la venta del Monton de la Tierra igual que lo hiciera aquella aciaga manana. A la vista de la posada, el dolor le asalto hasta casi atenazarle las piernas e impedirle continuar su camino. ?Y si no le salia bien? Se quitaria la vida, decidio sin dudar. Recordo a los cuatro hombres del marques de Casabermeja que habian salido de la venta para enterrar el cadaver del monfi luego de que Brahim lo hubiera asesinado y se hubiera encerrado con Fatima en el dormitorio del primer piso. Lucho por apartar de su mente la mirada lasciva de su esposo; pugno por olvidar las palabras que le habia dirigido al pasar junto a ella, tirando de la muchacha: «?Mujer! Dile a tu hijo el nazareno que lo espero en Tetuan. Que si quiere recuperar a sus hijos tendra que venir a buscarlos a Berberia». ?Los hombres del marques!, eso era lo que le interesaba y trato de concentrarse. Sin embargo, la suplicante mirada de Fatima rogandole que no lo hiciera, que no le dijera nada a Hernando, revivio en su mente con una fuerza inusitada.
Aisha se detuvo, se acuclillo a la vera del camino, se llevo las manos al rostro y rompio a llorar. ?Hernando! ?Shamir! ?Fatima y los ninos!
Al cabo de un rato logro reponerse. Aquella era su ultima oportunidad.
—Los hombres del marques —susurro para si.
No habian tardado demasiado en volver a la venta; tampoco la habian abandonado con palas y utiles, creyo recordar. El cadaver del monfi no podia estar lejos. Recorrio los alrededores de la posada con la mirada, ?donde lo habrian enterrado? Mientras trataba de revivir la escena, alzo la vista al sol ardiente, como si este pudiera ayudarle ?Donde...?
—?Estais seguros de que nadie lo encontrara? —Las palabras