A los pocos dias del hallazgo del cadaver de Ubaid, Hernando recibio recado de don Diego para que se reintegrase a su puesto de trabajo; pese a que la yeguada estaba en Sevilla, todavia quedaban potros en las cuadras.

Aisha creyo percibir en su hijo un cambio de actitud al retornar a casa despues de atender a los animales y la esperanza renacio en ella. Pero no podia prever cuan alejados estaban sus deseos de la realidad.

42

Tienes que entregar tu caballo al conde de Espiel —le ordeno don Diego Lopez de Haro una manana, nada mas llegar a las cuadras. Hernando sacudio la cabeza como si quisiera alejar de si aquellas palabras—. El rey se lo ha regalado —tuvo no obstante que escuchar de boca del caballerizo.

—Pero... Yo... Azirat... —Su intento de protesta quedo en absurdas gesticulaciones con las manos.

—Se lo que has trabajado ese animal y tambien se que, pese a su capa, es uno de los mejores productos que han nacido en estas cuadras. Te permitire elegir otro, incluso aunque no sea uno de los de desecho, siempre que tampoco sea de los destinados al rey...

—?Yo quiero ese! Quiero a Azirat. ?Es mio...!

Al instante lamento sus palabras. Don Diego se puso en tension, fruncio el ceno y dejo transcurrir unos instantes antes de contestar:

—No es tuyo ni lo sera nunca, y poco importa lo que tu quieras o puedas querer. Sabias cual era el trato cuando optaste por cobrar parte de tu salario mediante un caballo: siempre estaria a disposicion del rey. El conde ha conseguido que don Felipe le distinga con ese caballo, que por lo visto ha pedido expresamente. Hay que cumplir los deseos de Su Majestad.

—?Lo destrozara! ?No sabe montar ni correr toros!

Don Diego era consciente de ello. El mismo Hernando le habia oido decirlo, le habia visto burlarse del obeso conde de Espiel, siempre apoltronado en la montura como si estuviera en un sillon...

—No eres tu quien para juzgar como monta o deja de montar un noble —le contesto sin embargo el caballerizo con brusquedad—. En uno solo de sus borceguies lleva mas honor y servicios prestados a estos reinos de los que jamas prestara toda tu comunidad. Cuida tu lengua.

El morisco dejo caer los brazos a los costados y se deshincho frente al caballerizo.

—?Puedo...? —titubeo. ?Que queria? ?Que queria pedirle?—. ?Podria montarlo por ultima vez? —Don Diego dudo—. Quiza... No se... si merezco esa gracia. Me gustaria notarlo bajo mis piernas una vez mas, excelencia. Es solo una ultima cabalgada. Vos sois un gran jinete. Vos conoceis cuantas y que graves han sido mis recientes desgracias...

«Trae mala suerte cambiar el nombre de origen de un caballo.» ?Que razon habia tenido Abbas al advertirselo!, penso mientras apretaba la cincha de la montura. El recuerdo del herrador le causo inquietud. Despues de lo del Lomo del Grullo se vieron en las cuadras, pero no se hablaron; ni siquiera se saludaron. ?Era incapaz de perdonarle! Salto sobre Azirat, que se movio inquieto ante la violencia con la que el jinete se acomodo en la montura: tenia a Abbas en su mente, la ira le atenazaba. ?Azirat lo sabia! Sabia que algo malo sucedia; lo presintio al solo contacto con su jinete mediante ese sexto sentido propio de los nobles brutos, y ahora mordia incesantemente el freno, como si quisiera comunicarse con su jinete

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