a traves de aquellos constantes y tan inusuales tirones en las riendas.

Hernando le palmeo el cuello y Azirat respondio sacudiendolo y resoplando, todo bajo la atenta mirada de don Diego, que se mantenia en pie en la gran plaza abierta de las caballerizas tapandose la boca con los dedos de su mano, el pulgar por debajo del menton, quiza replanteandose su decision. Hernando no le dio tiempo y abandono las cuadras a medio galope, haciendo una leve inclinacion de cabeza al pasar por delante del caballerizo.

?Y ahora le quitaban a Azirat! ?Que pecado habria cometido? ?Por que Dios le castigaba de aquella manera? En poco mas de un ano habia perdido a casi todos sus seres queridos: Hamid, Karin, Fatima y los ninos... El morisco se llevo la manga de la marlota a los ojos; Azirat caminaba al paso, libre. ?Ahora su caballo! Abbas otro de sus amigos... ?Habia incumplido sus promesas!

Y ahora el conde de Espiel habia conseguido que el rey le regalase su caballo. No le habia resultado dificil al noble. Desde Sevilla, donde se separo de la yeguada para dirigirse a las marismas, mando a su secretario a tierras portuguesas con la peticion de que el rey le hiciera la merced de regalarle aquel caballo colorado que caracoleaba y galopaba soberbio en el camino de Cordoba a Sevilla. Y el rey accedio gustoso a la solicitud de un aristocrata que no hacia mas que pedirle un simple desecho de sus cuadras. Recordo el primer encuentro con Espiel, aquel en que el noble habia citado al morlaco con tanta torpeza que la cogida del caballo resultaba inevitable. Lo habia visto correr toros en otras ocasiones, siempre con similares resultados, mas o menos desafortunados para los caballos. Azirat sintio el temblor en las piernas de su jinete y retroto, inquieto. Hernando tambien habia presenciado los juegos de canas en la plaza de la Corredera y comprobado que mientras los demas nobles, al son de la musica de atabales y trompetas, se exhibian con presteza y gallardia en simulado combate, y lanzaban y detenian con sus adargas las teoricamente inofensivas canas, el conde ya tenia problemas desde el mismo inicio del espectaculo, puesto que descompensaba el equipo con el que por sorteo le tocaba participar. El pueblo abucheaba a la cuadrilla con la que participaba el noble cuando para cubrir la distancia que tenia que recorrer la lanza, se acercaba a la contraria mas de lo que las reglas de la caballeria y la cortesia permitian.

?Por que habria elegido el conde a Azirat si no se trataba mas que de un desecho? ?Por el? ?Por los sucesos de la primera corrida de toros? En verdad, era cruel y vengativo. Lo llego incluso a escuchar de boca de quien esa misma manana le amonestara por poner en entredicho las cualidades que como jinete tenia el conde de Espiel. Habia sido hacia cerca de dos anos.

—?Sabeis cual es la ultima del conde de Espiel? —pregunto Don Diego a un grupo de nobles que cabalgaban junto a el probando los caballos del rey, Hernando y los lacayos del caballerizo con ellos.

—Cuenta, cuenta —le apremio uno de los caballeros ya con la sonrisa en la boca.

—Pues resulta que desde hace un par de semanas el medico le ha obligado a guardar cama por tercianas, y aburrido por no poder montar o salir de caza, ha ideado la forma de hacerlo desde el lecho...

—?Dispara saetas a los pajarillos por la ventana? —bromeo otro de los nobles.

—?Quia! —exclamo don Diego, sin poder evitar que la risa aflorase ya a sus labios—. A todo aquel sirviente que comete alguna falta, ?y son muchas las que cometen los criados del conde!, le ata un cojin a las posaderas y le obliga a correr y saltar por el dormitorio hasta que el, armado con su saeta en la cama, logra acertarle en el culo.

Las carcajadas habian estallado en el grupo de jinetes.

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