Mesa, moreno y de rasgos orientales, le quito la bota de las manos y la escancio directamente en su garganta, bebiendo compulsivamente. Los tragos de vino estaban medidos, pero en esta ocasion nadie impidio a Mesa que casi acabase con el.

—Corre el rumor de que lo van a echar y entregar a la justicia —lo excuso en susurros a Hernando un hombre a quien llamaban Galo—. No sabemos por que, pero los curas le odian. En realidad, solo robo una cedula para poder trabajar... Sera el primero del grupo al que echen.

—Un dia u otro a todos nos haran lo mismo... y nos entregaran. Disfrutemos mientras podamos. —El que hablaba tambien se llamaba Juan, como el cirujano, y era un armero recien llegado de las Indias que habia tenido ciertos problemas relativos a la misteriosa desaparicion de una partida de arcabuces.

—No... —empezo a oponerse Perez.

—?Quien es Hernando?

El grito resono en el huerto. La silueta de un hombre en jarras se dibujo a la luz del fuego junto a la puerta de Santa Catalina, alli donde se iniciaba la galeria de los ninos.

—?Calla! ?Estate quieto! —le ordeno el cirujano cuando Hernando hizo ademan de levantarse.

—?Quien es el hijo de puta que se llama Hernando? —volvio a gritar el hombre desde la puerta.

—?A que este escandalo? —pregunto Perez poniendose en pie. Todos conocian al Buceador—. Vendran los curas si continuas gritando. ?Que pasa con ese Hernando?

—Pasa que la catedral esta rodeada de hombres del conde de Espiel en busca de ese hombre. Y pasa que me han amenazado con que si los demas tratamos de salir, nos detendran y nos entregaran al justicia... salvo que seamos nosotros quienes les entreguemos a ese morisco.

Pese a que arriesgaban el derecho de asilo, la mayoria de los hombres retraidos se aventuraban en la noche cordobesa. El Potro estaba cerca, y alli les esperaban los naipes, los dados y las apuestas; el vino, las peleas y las mujeres. Los alguaciles y los justicias no podian apostar vigilancia permanente a las cercanias de la catedral; ademas, poco a poco, aunque fuera tras haber pactado condiciones mas benevolas, los delincuentes eran entregados al concejo, por lo que tampoco estaban dispuestos a perder el sueno por un hatajo de desgraciados que tarde o temprano caerian en sus manos. Pero si, por un lado, el conde pagaba la vigilancia, y por otro evitaba que los retraidos disfrutasen de la noche, el asunto se complicaba.

Varios retraidos que se hallaban en otras galerias se acercaron a la puerta de Santa Catalina. En la norte, la de los ninos, algunos se pusieron en pie.

—Es cierto. Yo he visto a soldados armados que merodeaban por las calles —afirmo uno de ellos.

—Parece que tu lo tienes peor que yo —afirmo Mesa haciendo una mueca con la boca despues de dar otro trago de vino—, y eso que aun no llevas ni un dia aqui dentro.

Hernando dudaba y se removia inquieto.

—?Estate quieto! —mascullo el Buceador.

—?Quien es ese Hernando? —pregunto uno de los de la galeria sur.

—?Hay que entregarlo a los soldados del conde! —se oyo gritar.

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