para apresarte, y si tiene que mandar una partida para que te secuestre, lo hara. Estoy seguro.

—?Para el era un simple caballo, don Julian! ?Un desecho de las cuadras del rey! ?Por que ese empeno?

—No te equivoques: no es un simple caballo, ?es su honor! Un morisco ha mancillado su nombre y su derecho; no hay mayor afrenta para un noble.

?El honor! Hernando recordo como hacia anos, aquel hidalgo que decia descender de los Varus romanos habia llegado a jugarse la vida por la mera sospecha de que alguien osara mancillar su linaje. El recuerdo volo entonces hasta las monedas que habia sacado del incauto y que luego habia corrido a entregar a Fatima. ?Su Fatima...!

—Como bien sabes —continuo don Julian interrumpiendo sus pensamientos—, ademas de bibliotecario soy el capellan de la de San Bernabe, una de las tres pequenas capillas que existen tras el altar mayor. Esta noche te proporcionare un juego de las llaves de sus rejas y mientras los porteros cierran el templo y echan a la gente, te esconderas en un armario empotrado que hay en ella y que vaciare durante el dia. Deja transcurrir un tiempo prudencial; luego sal y escondete en algun otro lugar para dormir, pero lleva cuidado: aun con el templo cerrado, hay vigilantes, sobre todo en el tesoro.

—No debes arriesgarte tanto. Si me descubriesen...

—Ya soy viejo, y tu tienes mucho que hacer por nosotros, aunque sea desde Berberia. Has sufrido muchos reveses, Dios sabra por que, pero la esperanza de nuestro pueblo descansa en personas como tu.

Los retraidos no se preocuparian por sus ausencias nocturnas, trato de convencerle el sacerdote, y en cuanto a la intercesion por Mesa, el ladron de cedulas, que Hernando no olvido, fue recibida por el sacerdote con un gesto pesaroso y la promesa de hacer cuanto pudiera por el. Por su parte, el conde de Espiel aumento la presion en las calles y pese a que tambien estaba considerado sacrilegio y causa de excomunion —lo que termino de convencerle de la necesidad de refugiarse por las noches en el interior de la mezquita—, Aisha fue despojada de la comida que transportaba, por los esbirros del conde que vigilaban las calles. Mientras tanto don Julian, con la ayuda de Abbas, quien rogo al sacerdote que mantuviera a Hernando ajeno a su intervencion, intentaban encontrar una via de escape a Berberia, pero el conde, consciente de que aquella era la unica posibilidad del morisco, tambien se movia en esa direccion: sus espias, cargados de dineros y de pocos escrupulos, pagaban o amedrentaban a todos aquellos que se dedicaban a tales menesteres.

Pese a la relativa facilidad con la que Hernando logro burlar a los porteros mientras estos hacian salir a la gente que aun estaba en la catedral tras los oficios de visperas, en momento alguno dejo de notar el frenetico palpitar de su corazon, el sudor en sus manos y el temblor que hizo tintinear el manojo de llaves que portaba, obligandole a mover la cabeza de uno a otro lado ante lo que para el era un estruendo. Don Julian se ocupo de engrasar la cerradura y los goznes de la gran reja de la capilla de San Bernabe, excesivamente alta para la diminuta capilla.

—?Abandonad el templo! —escucho que exigian los porteros alzando la voz, sin llegar a gritar, despues de cerrar la reja tras de si. A su izquierda, tras un magnifico tapiz, se escondia el armario mencionado por don Julian.

Sin embargo, Hernando se quedo hechizado por los reflejos que la luz de las lamparas de aceite que colgaban del techo de la catedral, asi como del millar de velas que titilaban en las capillas y los altares, arrancaban al marmol blanco del interior de la capilla. Habia pasado infinidad de veces por delante de esa capilla pero entonces, rozando con sus dedos el marmol del altar y del retablo que cubria la totalidad de su pared frontal, percibio

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