caballo se pusiese en movimiento.

Hacia un esplendido dia de finales de mayo, soleado y fresco. Siguieron ascendiendo, don Sancho detras de Hernando. Sortearon barrancos, descendieron por quebradas y superaron todo tipo de obstaculos. Ambos jinetes estaban ya absortos en sus monturas y en el suelo que pisaban, compitiendo sin hablarse, escuchando solo el resoplar de los animales y las palabras de animo con las que cada uno de ellos los azuzaban. De repente Hernando se topo con una pared casi vertical en la que se adivinaba un sendero para cabras. No lo penso dos veces: se alzo sobre los estribos y con una mano se agarro a la crin del caballo, casi en la testuz de Volador; entonces lo espoleo con fuerza, el caballo inicio el ascenso y Hernando, tirando de la crin y sosteniendo las riendas en la otra mano, pego su cuerpo al cuello de Volador, que casi miraba al cielo.

El caballo fue ascendiendo a pequenos saltos, uno tras otro, sin detenerse un instante, incapaz de moverse con normalidad por aquella pared vertical. Las piedras del sendero saltaban al vacio y solo a mitad de la subida, cuando Volador perdio pie y resbalo un corto tramo hacia abajo, sentado sobre sus ancas y relinchando, comprendio Hernando el gran riesgo que corria: si perdia la verticalidad, si Volador se ladeaba siquiera un apice, rodarian pared abajo irremisiblemente.

—?Sube! —grito, al tiempo que clavaba las espuelas casi en la grupa del animal—. ?Vamos!

Volador se levanto sobre sus patas y volvio a brincar hacia arriba. Hernando casi salio despedido.

—?Te vas a matar! —grito don Sancho al pie del despenadero.

Allahu Akbar! —aullo Hernando al oido de Volador, entre el ruido de piedras al caer, los cascos del caballo resbalando sobre la tierra y sus bufidos. Mantenia el cuerpo tumbado sobre el cuello del animal y la cabeza casi entre sus orejas—. ?Ala es grande! —repitio, a cada salto que el caballo lograba culminar.

Volador casi tuvo que escalar el final de la cortadura, alli donde terminaba y sus manos no podian ya seguir impulsandole hacia arriba. Hernando salto de la montura y corrio al frente para tirar de las riendas y ayudarle. Caballo y jinete, sudorosos, se quedaron temblando y resoplando en un pequeno llano plagado de flores.

De rodillas, Hernando se asomo al vacio. Le faltaba el aire y era incapaz de controlar sus temblores.

—?Ahora me toca a mi! —grito de nuevo don Sancho al ver aparecer la cabeza del morisco por el borde del precipicio. ?No podia ser menos que el morisco!—. ?Santiago!

—?No! —clamo Hernando. El hidalgo se detuvo justo antes de atacar la cortadura. Hernando logro levantarse—. Es una locura —chillo desde arriba.

Don Sancho obligo a su caballo a dar unos pasos atras para lograr ver al morisco.

—Soy hidalgo... —empezo a recitar don Sancho.

Se matara, penso Hernando. Y el tendria la culpa. ?Le habia animado!

—?Por Dios y la santisima Virgen que un caballero espanol es capaz de subir alli por donde ha subido un...!

—Vos, si —le interrumpio Hernando antes de que mencionara su condicion de morisco—. ?Vuestro caballo, no!

El hidalgo penso un instante y miro la cortadura. El caballo se movia inquieto. Alzo la mirada a lo alto, acaricio suavemente a su montura y se

Вы читаете La Mano De Fatima
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату