la puerta del Rastro. Cruzaron el rio Darro por una zona en la que se vendian todo tipo de maderas. Una calavera, metida en una oxidada jaula de hierro que colgaba del arco de la puerta de la ciudad, le recibio con su lugubre presagio. Algunos campesinos y mercaderes que intentaban cruzar se quejaron cuando Hernando se detuvo a leer la inscripcion que se mostraba por encima de la jaula:

ESTA CABEZA ES LA DEL GRAN PERRO ABEN ABOO,

QUE CON SU MUERTE DIO FIN A LA GUERRA

—?Le conociste? —inquirio don Sancho en un susurro, mientras la gente, malhumorada, adelantaba mulas y caballos por los costados para sortear a la pareja de jinetes que se habia detenido en mitad del paso.

?A Aben Aboo? Aquel perro castrado le habia vendido como esclavo a Barrax y entrego a Fatima en matrimonio con Brahim. Hernando escupio.

—Veo que si —sentencio el hidalgo, y azuzo a su caballo tras Hernando, que se habia apresurado a cruzar bajo la calavera del rey de al-Andalus.

Siguiendo el curso del Darro, que atravesaba la ciudad, llegaron hasta la alargada y bulliciosa Plaza Nueva, donde el rio desaparecia hasta emerger de nuevo mas alla de la iglesia de Santa Ana. A su derecha, la cuesta que ascendia a la Alhambra, presidiendo Granada; a su izquierda, un gran palacio casi terminado.

—?Como sabremos donde vive don Ponce? —pregunto Hernando al hidalgo.

—No creo que nos resulte dificil. —Don Sancho se dirigio a un alguacil armado que estaba frente al palacio en construccion—. Buscamos la residencia de don Ponce de Hervas —le dijo con autoridad, desde su caballo. El alguacil entendio el apremiante lenguaje de los nobles.

—En este momento, Su Excelencia esta ahi adentro. —El hombre senalo hacia el edificio en el que montaba guardia—. Os hallais frente a la Cancilleria, pero el vive en un carmen en el Albaicin. ?Deseais que le mande recado?

—No pretendemos molestarle —contesto don Sancho—. Solo queremos llegar a su casa.

El alguacil recorrio la plaza con la mirada y llamo a dos chiquillos que jugaban.

—?Conoceis el carmen del oidor don Ponce de Hervas? —les grito.

Hernando, don Sancho y los criados con las mulas se internaron con los ninos en el laberinto de callejuelas que conformaban el Albaicin de Granada y que se elevaba en la otra vertiente del valle que formaba el rio Darro, frente a la Alhambra. Muchas de las pequenas casas propiedad de los moriscos aparecian cerradas y abandonadas y, como en Cordoba, alli donde se habia alzado una mezquita, aparecia ahora una iglesia, un convento o un hospital de los muchos que se podian contar en Granada. Ascendieron una larga cuesta, estrecha y sinuosa, y descendieron por otra mucho mas corta y empinada que moria en el portalon de doble hoja de una casa. Ya pie a tierra, tras haber dejado los caballos junto con las mulas en manos de los criados, Hernando entrego una blanca a los muchachos mientras don Sancho golpeaba la madera de una de las puertas con una aldaba en forma de cabeza de leon.

Los recibio un portero vestido de librea que mudo el semblante al escuchar el nombre de Hernando y que corrio a avisar a su senora, despues de dejarles apresuradamente en los jardines que se abrian detras del portalon. Hernando y don Sancho

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