saludar a las numerosas personas que se le acercaron y a contestar a sus preguntas, aunque su mente estaba muy lejos de alli.

Toda su vida se habia desarrollado igual, penso mientras una dama vestida de azul le hablaba de algo a lo que no presto atencion. Habia pasado toda su vida atrapado entre cristianos y musulmanes. Hijo de un sacerdote que violo a una morisca, de nino le quisieron matar en la iglesia de Juviles por cristiano; mas tarde, Aben Humeya le distinguio como el salvador del tesoro de sus hermanos, pero luego termino cayendo en la esclavitud acusado de cristiano, periodo en el que tuvo que negarse a renegar de una religion que no era la suya para no convertirse en el simple garzon de Barrax. En Cordoba, en la misma catedral, trabajo como cristiano para el propio cabildo catedralicio y copio el libro revelado una y mil veces, al tiempo que la Inquisicion le obligaba a presenciar, como un buen cristiano que colaboraba con el Santo Oficio, la tortura y muerte de Karim ahora que acababa de encontrar el extrano y sorprendente evangelio de Bernabe, la Iglesia reaparecia otra vez imponiendole una nueva colaboracion. Y sin embargo, el sabia quien era su Dios, el unico, el misericordioso... ?Que pensaria de el el buen Hamid, si le viera en esa situacion?

—Lo siento, no se danzar —dijo, sin pensar, al toparse con la mirada interrogante de la dama de azul que, aun a su lado, parecia esperar una respuesta.

No habia llegado a escuchar su pregunta. Quiza no fuera aquella la respuesta adecuada, concluyo al comprobar la cara ofendida de la mujer, que le dio la espalda sin despedirse.

El baile se desarrollo hasta bien entrada la noche. Don Sancho reaparecio sudoroso en la terraza cuando la musica ceso a instancias de don Ponce. La danza habia terminado.

—Como final de fiesta —grito el oidor desde el pequeno estrado donde tocaban los musicos—, los invito a presenciar el castillo de fuegos que tenemos preparado en honor a nuestro invitado. Les ruego acudan a las terrazas y los jardines.

Don Ponce busco a su esposa y acudio adonde se hallaba Hernando.

—Acompanadnos, por favor —le rogo.

Se situaron en primera fila, sobre la balaustrada que cerraba la terraza del salon principal, Isabel a espaldas de Hernando y del dean Fonseca. Alguien hizo una senal luminosa desde el carmen y parte de las murallas de la Alhambra se encendieron en un fuego amarillo intenso. La gente, apinada tras ellos, se deshizo en elogios cuando unas bolas de fuego surcaron el cielo estrellado, pero tambien, sin querer, todos se apretaron contra la balaustrada en busca de una mejor vision del espectaculo. Una sucesion de rayos cruzo el cielo nocturno y Hernando noto el calor del cuerpo de Isabel. El tronar de las explosiones de polvora se confundio en el con la calida respiracion de Isabel junto a su oido, entrecortada. Isabel no se movia, ni rehuia el contacto. Los invitados estaban absortos en los fuegos de artificio; nadie se percato del gesto, pero Hernando noto el roce de una mano contra la suya. Volvio la cabeza. Isabel esbozo una sonrisa timida. Entonces el presiono con dulzura esa mano. Entre la confusion de los invitados que se agolpaban en la terraza, juguetearon y entrelazaron sus dedos; acercaron sus cuerpos uno contra otro, sintiendose, hasta que una traca puso fin al castillo de fuegos y la gente estallo en vitores y aplausos.

Despues, los invitados empezaron a abandonar el carmen. En esa ocasion no tuvo la menor duda: entre el bullicio de las despedidas, Isabel sostuvo la mirada de Hernando cuando este la persiguio con la suya.

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Que sucedio en Juviles?

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