desabrochar el vestido.

Mientras Hernando pugnaba con los corchetes con dedos temblorosos, Isabel se desabrocho las mangas, independientes del vestido, y se deshizo de ellas. Despues de conseguir desabrochar el cuerpo superior de la saya, que cayo hacia delante liberando a sus senos de la presion del carton, el morisco se empeno con las puntas que cenian la falda a la cintura, hasta conseguir que Isabel se deshiciera de las incomodas prendas. Termino de quitarle la parte superior del vestido al tiempo que buscaba sus pechos con las manos, por encima de la camisa, y le besaba el cuello. Isabel hizo ademan de separarse de el, pero Hernando se apreto contra su espalda. Suspiro en su oido y deslizo una mano hasta sus muslos; los extremos de la larga camisa se doblaban por debajo de su pubis y sus nalgas, cubriendo sus partes intimas. Deshizo los nudos con torpeza.

—No... —se opuso Isabel al notar los dedos de Hernando en la humedad de su entrepierna. El morisco cedio en sus caricias e Isabel se zafo de su abrazo y se volvio, acalorada y convulsa, con las mejillas enrojecidas—. No —musito de nuevo.

?Habria ido demasiado rapido?, se pregunto Hernando.

Ella extendio las manos hacia el pecho de el y, para su sorpresa, en lugar de desabrocharle el jubon, le beso y se dirigio al lecho donde se tumbo vestida con la camisa y con las piernas encogidas y ligeramente entreabiertas.

Hernando se quedo inmovil al pie de la cama, observando como los senos de la mujer subian y bajaban al acelerado ritmo de su respiracion.

—Tomame —le pidio, al tiempo que abria ligeramente las piernas.

?Tomame? ?Eso era todo? ?Permanecia vestida con la camisa! Ni siquiera habia logrado verla desnuda, juguetear, acariciarla para procurarle placer, conocer su cuerpo. Se acerco al lecho y se recosto junto a sus piernas. Trato de alzar la camisa para descubrir el triangulo de pelo oscuro que se adivinaba bajo ella, pero Isabel se incorporo y le agarro la mano.

—Tomame —repitio tras volver a besarle, agitada.

Hernando se puso en pie y empezo a desnudarse. Si ella era incapaz..., el no lo seria. Continuo hasta quedar completamente desnudo al pie del lecho, con el miembro erecto, pero Isabel apoyo la mejilla en la cama, con la mirada perdida, y suspiro abriendo todavia un poco mas las piernas. La camisa resbalo hasta el inicio de sus muslos.

Hernando la observo. Lo deseaba, eso era evidente: suspiraba y se removia inquieta sobre el lecho esperando a que el la poseyese, sin embargo... ?solo conocia aquella actitud! ?Pecado! Era pecado disfrutar del amor. Como un fogonazo se le aparecio la imagen de Fatima, desnuda, alhenada y aceitada, adornada, buscando la postura mas placentera para ambos, retorciendose entre sus piernas, dirigiendo sus caricias sin verguenza. ?Fatima! Un gemido de Isabel le devolvio a la realidad. ?Cristianos!, murmuro para si antes de tumbarse sobre ella con la camisa interpuesta entre sus cuerpos.

Isabel tampoco se libero de sus prejuicios mientras Hernando se movia ritmicamente, despacio, firmemente acoplado, empujando su miembro con suavidad. Ella lo mantenia agarrado por la espalda, el rostro todavia apoyado en el lecho, como si no se atreviera a mirarle, pero Hernando no noto sus unas clavandose en su piel.

—Disfruta —susurro a su oido.

Isabel se mordio los labios y cerro los ojos. Hernando continuo, una y otra vez, tratando de entender el sentido de los apagados gemidos de la mujer.

Вы читаете La Mano De Fatima
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату