las riendas del animal con brusquedad. Recordo a los cristianos del pueblo, desnudos y con las manos atadas a la espalda, en fila, esperando a la muerte en un campo, mientras los moriscos, su madre entre ellos, terminaban con la vida del cura y el beneficiado. Muchos de esos hombres sobrevivieron por la clemencia del Zaguer, que detuvo la matanza contrariando las ordenes de Farrax. ?Que habrian contado todos ellos? A nadie pudo pasarle inadvertida la crueldad de Aisha ni su aullido al cielo clamando a Ala, con la daga ensangrentada en las manos al poner fin a su venganza. ?La habrian relacionado con el? ?La madre de Hernando asesino a don Martin! Probablemente no, procuro tranquilizarse. Como mucho, habrian vinculado a Aisha con Brahim, el arriero del pueblo, no con un nino de catorce anos, pero aun asi siempre cabia la posibilidad...

—Volvemos al carmen —ordeno al criado, adelantandose sin esperarle.

Hernando encontro a don Sancho desayunando, a solas.

—Buenos dias —le saludo.

—Veo que has madrugado —replico el hidalgo. Hernando se sento a la mesa y le explico la solicitud del dean y su temprana y rapida gestion de esa manana. Don Sancho escucho su historia entre bocado y bocado—. Pues yo tambien tengo otro encargo para ti. Ayer cene junto a don Pedro de Granada Venegas —anuncio. Hernando fruncio el ceno. ?Que mas querrian ahora los cristianos?—. Periodicamente —continuo don Sancho—, los Granada Venegas celebran una tertulia en su casa de los Tiros, a la que don Pedro ha tenido a bien invitarnos.

—Tengo mucho que hacer —se excuso—. Id vos.

—Nos han invitado a los dos... Bien, en realidad creo que el interes de don Pedro es exclusivamente conocerte a ti —reconocio. Hernando suspiro—. Son gente importante —insistio el hidalgo—. Don Pedro es senor de Campotejar y alcaide del Generalife. Sus circunstancias podrian compararse a las tuyas: musulmanes de origen que abrazaron el cristianismo; quiza por ello desee conocerte. Su abuelo, descendiente de principes moros, presto grandes servicios en la conquista de Granada, despues lo hizo al emperador. Su padre, don Alonso, colaboro con el rey Felipe II en la guerra de las Alpujarras, hasta el punto de que casi llego a arruinarse y el rey le ha senalado una modesta pension de cuatrocientos ducados para compensar sus perdidas. Acude gente muy interesante a esas tertulias. No puedes desairar asi a un noble granadino emparentado con las grandes casas espanolas; mi primo don Alfonso se sentiria contrariado si se enterase.

—Veo que teneis mucho interes como para presionarme con el posible malestar del duque —repuso Hernando—. Ya hablaremos, don Sancho. —Se zafo de la conversacion con el hidalgo levantandose de la mesa.

—Pero...

—Despues, don Sancho, despues —insistio ya en pie.

Dudaba si salir a los jardines y opto por refugiarse en su dormitorio. Isabel, Juviles, el cabildo catedralicio y ahora esa invitacion a casa de un noble musulman renegado que habia colaborado con los cristianos en la guerra de las Alpujarras. ?Todo parecia haber enloquecido! Necesitaba olvidar, sosegarse, y para ello nada mejor que encerrarse a orar durante lo que restaba de la manana. Cruzo por delante del dormitorio de Isabel en el momento en el que su camarera abandonaba la estancia tras ayudarla a vestirse. La muchacha lo saludo y Hernando giro la cabeza para responder. A traves de la puerta entreabierta vio a Isabel alisandose la falda de su vestido negro. Con la mano en el pomo, la camarera tardo un instante de mas en cerrarla, el suficiente para que Isabel, arqueada en el centro de la habitacion, el sol entrando a raudales por el gran ventanal que daba a la terraza, clavase sus ojos en

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