—Gracias, Pedro. Pero no tengo apetito. —Se sento junto al noble—. Parto hacia Cordoba y antes de hacerlo, necesitaba hablar contigo. —Hernando hizo un gesto hacia los dos criados que atendian la mesa. Don Pedro les ordeno que se fueran.
—Tu diras.
—Necesito que me hagas un favor. He tenido una diferencia con el oidor.
Don Pedro dejo de comer y asintio como si ya lo previera.
—Como todos los leguleyos, es un hombre retorcido —afirmo.
—Tanto, que temo que pretenda vengarse de mi.
—?Tan grave ha sido el asunto? —Hernando asintio—. Mal enemigo —sentencio entonces.
—Me gustaria que estuvieras al tanto de lo que hace o dice de mi, y que me mantuvieras informado. Podria tratar de perjudicarme ante el cabildo catedralicio. He pensado que debias saberlo.
El senor de Campotejar apoyo los codos en la mesa y luego el menton sobre las manos, con los dedos entrecruzados.
—Estare alerta. No te preocupes —prometio—. ?Deberia saber cual ha sido el problema?
—Es facil de imaginar conviviendo con una beldad como la esposa del oidor.
El punetazo sobre la mesa retumbo en el comedor y volco un par de copas. Al tiempo que golpeaba de nuevo la mesa, don Pedro solto una carcajada. Los criados entraron extranados, pero el noble volvio a despedirlos entre risotadas.
—?Esa mujer era tan inexpugnable como la Alhambra! ?Cuantos lo han intentado sin exito! Yo mismo...
—Te ruego discrecion —trato de calmarle Hernando, al tiempo que se preguntaba si habria hecho bien en contarle de sus amorios.
—Por supuesto. Por fin alguien ha puesto al juez en su sitio —rio de nuevo—, y dandole donde mas puede dolerle. ?Sabias que gran parte de la fortuna del oidor proviene de los expolios que los escribanos hicieron a los moriscos cuando desempolvaron pleitos antiguos y les exigieron los titulos de propiedad de unas tierras que les pertenecian desde hacia siglos? Su padre trabajaba entonces como escribano de la Cancilleria y, al igual que muchos otros, se aprovecho de todo ello. Ya tiene dinero, ahora pretende poder a traves de la protegida de los Velez. No puede interesarle un escandalo de ese tipo.
—?No te pongo en un compromiso?
Don Pedro mudo el semblante.
—Todos tenemos compromisos, ?no es cierto?
—Si —acepto Hernando.
—?Estaras en contacto con nosotros?
—No lo dudes.
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