para ello la oscuridad, temiendo ser visto, consciente de que el menor descuido podia arrastrar fatales consecuencias. En el doble fondo de la pared de la torre, en la misma arqueta que habia encontrado, tenia escondida la mano de Fatima, que habia sacado del tapiz cuando hallo aquel escondrijo y el evangelio y su copia. Por lo que se refiere a sus ensayos de caligrafia, los iba destruyendo en el fuego para que no quedara ni rastro de ellos. Solo dejo a la vista el memorial al cabildo de Granada, que no tardo en ser inspeccionado, puesto que el capellan de palacio se empezo a sumar a sus solitarios desayunos y a interesarse por la opinion de Hernando, tan contraria a la causa de los martires alpujarrenos.
—?Como te atreves a comparar una desgracia, el resultado de un malentendido que produjo la muerte de unas cuantas moriscas en la plaza del pueblo de Juviles, con el premeditado y vil asesinato de cristianos? —le pregunto un dia el sacerdote con todo descaro.
—Veo que espiais mi trabajo. —Hernando no dejo de comer. Ni siquiera se volvio hacia el capellan.
—Trabajar para Dios exige todo tipo de esfuerzos. El marques de Mondejar ya castigo aquellos asesinatos —insistio el cura—. Con ello se hizo justicia.
—El Zaguer hizo mas que el marques —adujo Hernando—. Evito los asesinatos, impidio las muertes de los cristianos de Juviles.
—Pero estas se produjeron igualmente —sentencio el sacerdote.
—?Deseais comparar? —pregunto el morisco, en tono audaz.
—No eres tu quien debe hacerlo.
—Tampoco vos —replico Hernando—. Ya lo hara el arzobispo.
Una noche, empezaba a poner fin a su trabajo en el memorial cuando la criada se asomo a la biblioteca.
—El camarero de Su Excelencia acaba de salir de palacio —anuncio la muchacha bajo el quicio de la puerta.
Hernando recogio los papeles, se levanto del escritorio, busco la moneda prometida y se la entrego.
—Lleva estos papeles a mi dormitorio —dijo, entregandole el memorial—. Y gracias —anadio en el momento en que la criada cogia papeles y dineros. Ella le contesto con una timida sonrisa. Hernando se fijo en que tenia una cara bonita—. ?Tienes idea de que es lo que acostumbra a hacer, de adonde va? —aprovecho para preguntarle entonces.
—Se rumorea que le gustan los naipes.
—Gracias de nuevo.
Se apresuro hacia la salida. Al llegar al patio al que daba el salon preferido de la duquesa, oyo a uno de los hidalgos leyendo en voz alta para los demas. Procuro cruzarlo rapido y sin ser visto: al amparo de las sombras de las galerias contrarias, salio a una fresca noche de otono. No tuvo tiempo de hacerse con una capa. Hacia mas de diez anos que no pisaba una casa de tablaje y no queria perder al camarero en la oscuridad de las calles cordobesas. ?Subsistirian todavia aquellas en las que trabajo como encerrador, llevando a los palomos para que fueran desplumados? En cualquier caso el camarero debia dirigirse hacia la zona de la Corredera o la del Potro; para eso tenia que cruzar la vieja muralla arabe que separaba la medina de la Ajerquia y los dos unicos pasos que existian eran a traves del portillo del Salvador o por el de Corbache. Hernando opto por el primero. Tuvo suerte y distinguio la silueta del camarero en el momento en que este, era abordado por los pobres que se refugiaban bajo el arco real a pasar la noche. A la luz de las velas permanentemente encendidas en honor de un eccehomo