que estaba en un nicho cerrado bajo el arco, vislumbro a Jose Caro rodeado de un grupo que pedia limosna y le agarraba impidiendole el paso. Preparo una moneda de blanca, y cuando el camarero logro zafarse de los mendigos y proseguir su camino hacia el portillo del Salvador, el se encamino al arco real.

El asedio se repitio con el morisco. Hernando alzo la moneda y la arrojo a sus espaldas. Cuatro de ellos se lanzaron tras la blanca y el pudo eludir sin problemas a los otros dos que suplicaban otra moneda.

Jose Caro se dirigio a la zona del Potro. ?Donde si no?, sonrio Hernando, que le seguia a cierta distancia, escuchando sus pasos en la oscuridad o entreviendo su figura al pasar junto a algun altar iluminado. Estuvo a punto de perder la pista del hombre al toparse con la gente, el bullicio y la vida que rebosaba la plaza. ?Cuanto tiempo hacia que no pasaba una noche en el Potro? Busco al camarero entre la multitud. Dio un paso, pero un muchacho se interpuso en su camino.

—?Vuestra excelencia busca una casa de tablaje donde ganar un buen dinero? Yo puedo indicaros la mejor...

Hernando sonrio.

—?Ves a aquel hombre? —le interrumpio senalando al camarero, que doblaba la calle para dirigirse hacia la de Badanas. El muchacho asintio—. Si me dices adonde va, te pagare una moneda.

—?Cuanto?

—Se te escapara —le advirtio.

El muchacho salio corriendo y Hernando se dejo llevar por los recuerdos: la mancebia y Hamid; Juan el mulero; Fatima derrotada, escupiendo el caldo que Aisha trataba de introducirle en la boca; el mismo, corriendo tras los clientes de las casas de tablaje...

—Ha entrado en el garito de Pablo Coca. —Las palabras del chico le devolvieron a la realidad—. Pero yo puedo llevaros a una casa mejor; en esa no juegan limpio.

—?Hay alguna en la que se juegue limpio? —ironizo. No conocia la de Coca; cuando el frecuentaba esos barrios, el establecimiento no existia.

—?Claro que si! Yo os llevo...

—No te esfuerces. Iremos a la de Coca.

—?Iremos? —pregunto el muchacho, extranado.

—Dentro de un rato. Me indicaras donde esta. Entonces te pagare.

Esperaron el tiempo suficiente como para que diera la impresion de un encuentro casual y, tras pagar al muchacho despues de que este le senalara una oscura y angosta entrada, Hernando mostro un par de escudos de oro a los porteros y se deslizo hacia el interior de un lugar de considerables dimensiones, disimulado en la trastienda del establecimiento de un fabricante de cepillos para cardar. Cerca de medio centenar de personas, entre tahures, fulleros, mirones, contadores y demas gentes del naipe o de los dados, se arrimaban a varias tablas de juego, corriendo de una a otra. De no ser por el bullicio que reinaba en la zona del Potro, el griterio del interior del local hubiera llegado a cruzar las paredes del dormitorio del propio corregidor de la ciudad.

Paseo la mirada por el local hasta que dio con el camarero, sentado a una mesa y ya rodeado por un par de mirones a sus espaldas. ?Seria un tahur entendido en el juego o un ingenuo palomo al que en algunas ocasiones permitian ganar para desplumarlo cuando iba cargado de dinero? Una muchacha le ofrecio un vaso de vino y el lo cogio. La casa invitaba; convenia que aquel que entraba con monedas de oro bebiera y se sentara a jugar. Rodeo

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