El traductor real no tardo en contestarle. Una manana, un arriero venido especialmente de El Escorial, le salio al paso a las afueras de Cordoba y le entrego una carta. Hernando galopo hasta las dehesas, busco un lugar escondido, desmonto y se enfrasco en la contestacion de Castillo.
En el nombre de Ala, el Clemente, el Misericordioso, el que indica el camino recto. Muchos de nuestros hermanos, por contrariar a los cristianos, han olvidado cuanto dices en tu carta. Pero tienes razon: con la ayuda de Dios, este puede ser un buen camino para intentar acercarnos los unos a los otros y que la paz reine entre los dos pueblos. Espero con ansiedad poder leer ese evangelio del que me hablas. En el decreto gelasiano del siglo vi sobre «libros aprobados y no aprobados», la Iglesia ya hace referencia, calificandolo de apocrifo, a un evangelio de san Bernabe. Estoy contigo en que el conocimiento de ese texto, sin una previa preparacion, no nos llevaria a ningun sitio. Granada es el lugar. Empieza en ella. Proporcionales pruebas de esa tradicion cristiana que tan desesperadamente buscan y aprovecha entonces para sembrar todo aquello que un dia pueda llevarlos a la Verdad. La Virgen, cierto, pero acuerdate tambien de san Cecilio. San Cecilio fue el primer obispo de Granada, supuestamente martirizado en epoca del emperador Neron. San Cecilio y su hermano, san Tesifon, eran arabes. Utiliza por lo tanto nuestra lengua divina; que los cristianos encuentren su pasado a traves de la lengua universal, pero hazlo ambiguamente, en forma tal que tus escritos se presten a diversas interpretaciones. Recuerda que ya en los primeros tiempos no se utilizaban vocales, ni signos diacriticos, en la escritura. Cuando estes preparado, mandame aviso. La paz sea contigo y que Dios te guie.
Rompio la carta y monto sobre Volador. El cielo amenazaba tormenta. ?Como hacerlo? A lo largo de su vida habia enganado a mucha gente. Siendo muchacho, haciendose con dineros para trocar a Fatima por una mula e incluso ahora, apostando en el momento en que Pablo movia la oreja... Pero enganar a todo un reino, ?a la Iglesia catolica! Una lluvia fresca empezo a caer con insistencia. Hernando continuo al paso, imaginandose que iniciaba una gran partida el solo. Una partida que deberia jugar con inteligencia; no se trataba de los naipes y sus fullerias. ?Ajedrez! Una gran partida de ajedrez: el a un lado de la mesa; la cristiandad entera al otro.
Esa noche excuso su presencia en palacio. Necesitaba estar solo. El huerto de la mezquita continuaba igual: centenares de sambenitos, con los nombres de los penados escritos en ellos, colgando de las paredes del claustro que rodeaba el patio; algunos de los delincuentes acogidos a sagrado vagabundeaban por el recinto ajenos a la lluvia; otros trataban de refugiarse. Hernando penso en que habria sido de sus companeros de asilo. Tambien habia sacerdotes, decenas de ellos, jovenes y ancianos, entre la multitud de feligreses: muchos corrian para escapar del insistente aguacero. Entro en la catedral y al pasar junto a la reja de la capilla de San Bernabe, se detuvo un instante. Se agacho, como si se le hubiera caido algo: las llaves de la capilla permanecian escondidas en el mismo lugar en que las dejo, atadas bajo la reja. ?San Bernabe!, murmuro Hernando. ?Su evangelio! ?Que mas senal necesitaba? Las cogio mientras se preguntaba si habrian cambiado la cerradura. No lo sabria hasta que intentara abrirla, despues de que los porteros hubieran cerrado la catedral. La examino de camino al sagrario. ?Era la misma cerradura? De momento debia dejar pasar el tiempo; lo hizo extasiado en las pinturas de Arbasia en el nuevo sagrario y en la figura que acompanaba a Jesucristo en la Santa Cena. ?Por que?, se pregunto por enesima vez.
Las llaves abrieron la capilla de San Bernabe, y el se deslizo en el armario. Se introdujo como pudo, pues estaba lleno, y amontono a sus pies los ornamentos para oficiar la misa. Luego espero. De madrugada, con la catedral aun vacia y los vigilantes apostados en la alejada capilla del Punto, la tormenta descargo sobre Cordoba y los relampagos iluminaron fugazmente, una y otra vez, la figura de un hombre postrado frente al