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Hernando encontro aposento en la casa de los Tiros, invitado por don Pedro de Granada. Habia partido de Cordoba con la excusa de visitar al cabildo catedralicio con motivo de la investigacion de los martires de las Alpujarras, y provisto de su cedula personal se lanzo al macabro camino que tantas muertes habia originado durante el exodo de los moriscos. Como quiera que viajaba solo, llego a plantearse la posibilidad de variar la ruta para evitar recuerdos dolorosos, pero las alternativas duplicaban la distancia. Marzo traia la vida a los campos y cuando visito de nuevo la tumba del pequeno Humam, alli donde para el permanecia enterrada su propia familia, los olores de una noche fresca acompanaron sus oraciones. En Granada, ya advertidos de su viaje, le esperaban Luna y Castillo, que tambien acababa de llegar a la ciudad desde El Escorial.
Cuando se encerraron todos en la Cuadra Dorada, Hernando presento una arqueta de plomo embreada. La abrio y extrajo de ella solemnemente un lienzo de tela, una pequena tablilla con la imagen de la Virgen, un hueso y un pergamino que coloco encima de una mesa baja de marqueteria.
Los cuatro hombres permanecieron unos instantes en silencio, en pie alrededor de la mesa, con la vista fija en los objetos.
—Encontre un antiguo pergamino —empezo a explicar Hernando—, en el alminar del palacio del duque. Debe de datar de la epoca de los califas, en el tiempo en el que al-Mansur aterrorizaba la peninsula —sonrio hacia Luna—. Solo tuve que recortar la parte que estaba escrita para obtener un buen fragmento limpio. —Entonces desdoblo el pergamino y agarrandolo por las esquinas superiores, lo mostro a sus companeros—. Es como un gran tablero de ajedrez —musito.
En la parte central del pergamino aparecian dos tablas, una encima de la otra. La superior, compuesta por 48 columnas y 29 filas, contenia una letra arabe en cada una de sus casillas; en la inferior, de 15 columnas y 10 filas, con casillas mucho mas anchas, se acertaba a leer una palabra arabe en cada una de ellas. Casi ninguna de las letras o palabras, escritas alternativamente en tinta roja o marron, contenia vocales o signos diacriticos, comprobaron Luna y Castillo al tiempo, inclinandose sobre el pergamino para examinarlo con detenimiento.
—Profecia del apostol Juan —leyo en voz alta Castillo una introduccion escrita en arabe, en el margen superior de las tablas—, sobre la destruccion y juicio de los pueblos y sobre las persecuciones que continuaran despues, hasta el dia conocido en su exaltado evangelio, descifrada del griego por el letrado y santo sirviente de la fe, Dionisio el Aeropagita. —El traductor se incorporo—. ?Excelente!, ?que dicen las demas inscripciones? —anadio, senalando unas lineas al pie del pergamino y otras en sus margenes.
—Si se combinan letras y palabras, se puede llegar a deducir una supuesta profecia que san Cecilio tradujo del griego y que le comunico Dionisio, arzobispo de Atenas, en la que se vaticina el advenimiento del islam, el cisma de los luteranos y los padecimientos que sufrira la cristiandad, que llegara a disgregarse en multitud de sectas. No obstante, del este arribara un rey que dominara el mundo, impondra una sola religion y castigara a todos aquellos que la han llenado de vicios.
—?Bravo! —aplaudio Pedro de Granada.
—?Y esta firma al pie del pergamino? —senalo