Carcel, por debajo de la catedral. En cuanto le dejaron, volvio a pensar en Isabel. ?Significaba su negativa que nunca mas podria hablar con ella? En realidad, ?deseaba verla de nuevo? ?O esos sentimientos eran solo un espejismo provocado por la ensonadora luz de la Alhambra? Cerro los ojos y suspiro.
Unos gritos le devolvieron a la realidad. «?Santiago!», se oyo en la noche. No lo penso. En un par de saltos se planto junto a la fachada de la mezquita, a la que arrimo su espalda para deslizarse pegado a ella, al amparo de las sombras. La torre no tenia entrada por la plaza; su acceso debia hallarse en el interior de la mezquita. Supero la Turpiana y se encontro en el espacio abierto donde se construia el crucero y la nave. Varios fuegos se emplazaban cerca de la cabecera abierta del templo, y los guardias, en pie, se hallaban pendientes de los gritos y el entrechocar de espadas que procedia de la calle de la Carcel. Rodeo la Turpiana y alli mismo, entre los cimientos, encontro el acceso a la torre. Casi de costado, ascendio por una angosta escalera interior de poco mas de dos palmos de anchura hasta salir de nuevo a la noche granadina. Los gritos de don Pedro y sus companeros continuaban, pero alli arriba dejo de escucharlos: ?podia ver la Alhambra y toda Granada! ?Cuantas veces se habria llamado a la oracion de los fieles desde aquel lugar! «?Ala es grande!», exclamo con la arqueta en sus manos. A la luz de la luna busco un sillar que estuviera suelto, alguno que ya hubiera empezado a ser desmontado. Lo encontro, lo separo, escarbo en el yeso que unia las piedras e introdujo en el hueco la arqueta embreada. Luego volvio a colocar el sillar. Descendio y deshizo el camino hasta la alcaiceria, desde donde se dirigio a Bibarrambla y a la calle de la Carcel para poner fin a la fingida disputa.
53
A principios de mayo de 1588, pocos dias antes de que la armada espanola zarpara desde Lisboa a la conquista de Inglaterra, Felipe II escribio al arzobispo de Granada agradeciendole el regalo de la mitad del velo de la Virgen Maria que le hizo llegar a El Escorial, al tiempo que en nombre de sus reinos se felicitaba por la aparicion de tan preciadas reliquias. Poco despues de que los operarios que desmontaban la Turpiana encontraran la arqueta embreada que habia escondido Hernando y descubriesen el pergamino firmado por san Cecilio, el velo de la Virgen y la reliquia de san Esteban, Granada estallo en fervor cristiano. Eran las primeras y tan deseadas noticias de san Cecilio. Y la certeza de que, antes de la llegada de los musulmanes, Granada era tan cristiana como cualquiera de las demas capitales del reino, provoco en el pueblo una eclosion de extasis y misticismo, que la Iglesia no apaciguo en modo alguno. Muchos fueron los que a partir de aquel momento juraron haber presenciado milagros, fuegos misteriosos, apariciones y todo tipo de fenomenos prodigiosos. ?La catedral de Granada ya disponia de sus reliquias y la fe de sus habitantes podia sustentarse en algo mas que palabras!
Aisha se sorprendio cuando uno de los dos unicos mendigos moriscos de la ciudad cerro con inusitada agilidad la misma mano mugrienta y temblorosa que poco antes suplicaba limosna a la gente que transitaba por la calle de la Feria, junto al portillo de Corbache, justo en el momento en que ella iba a darle una blanca. La mujer se quedo con la moneda entre los dedos al tiempo que el pobre lanzaba un escupitajo a sus pies y le daba la espalda. De inmediato, varios pordioseros cristianos la rodearon para hacerse con el dinero. Aisha titubeo. La ley del Profeta ordenaba la limosna, pero no a los cristianos. Sin embargo, aturdida, al ver como, algo mas alla, aquel que acababa de despreciarla volvia a reclamar caridad, dejo caer la moneda en una de las manos abiertas que insistentemente rozaban la suya.
?Ni los pordioseros la respetaban! Arrastro los pies en direccion a la tejeduria de Juan Marco. ?La nazarena! Algunos ya la llamaban asi tras correr por Cordoba la noticia de que Hernando estaba traicionando a sus hermanos y colaboraba con la Iglesia en la investigacion de los crimenes de las Alpujarras. En esos anos, la situacion economica de la