su companero y lanzase otro golpe sobre el alfanje de Nasi, que vio, impotente, como el arma salia despedida de su mano. No transcurrio ni un instante y los chicos ya volvian a estar en posicion, sus armas atentas, sonriendo. ?Sonreian! Como si el mundo estuviera a sus pies. 'Si no quieres morir como el marrano que eres, recupera tu arma y trata de luchar como un verdadero creyente', le dijo Shamir al corsario.

Fatima callo y desvio la mirada hacia el patio, reviviendo la pelea.

—Senora..., continuad —suplico el judio ante un silencio que se prolongaba.

Fatima sonrio con nostalgia.

—El tumulto alerto a mi esposo —continuo—, que aparecio en el patio arrastrando sus carnes para detener la pelea y abofetear a Shamir y Abdul. «?Como se os ocurre enfrentaros a mi lugarteniente y en mi propia casa?», les grito. «Escoria», anadio escupiendo a sus pies. Pero yo ya habia visto el universo que se abria a los pies de mi hijo y de Shamir, ese mundo al que sonreian altivos y seguros, como los hombres que ya eran... Dia tras dia, al albur de la hombria de mis ninos, fui recuperando mi propia estima y unas noches despues, mientras los cuatro cenaban, desarmados, sentados sobre cojines alrededor de una mesa baja, irrumpi en el comedor y despedi a los criados y esclavos. Recuerdo la mirada de sorpresa de Brahim. Poco podia suponer el lo que se le avecinaba. «Tengo que tratar un asunto urgente con vosotros», solte con desparpajo. Entonces extraje dos dagas que llevaba escondidas entre mis ropas. Lance una de ellas a Shamir y empune la otra. Nasi se levanto con agilidad, pero Brahim fue incapaz de reaccionar, y antes de que su lugarteniente hubiera llegado a mi, hundi la daga en su pecho. —En ese momento, Fatima miro desafiante al anciano judio; su voz era fria, carente de expresion—. Shamir tardo algo mas en comprender que era lo que sucedia, pero cuando lo hizo, atajo a Nasi amenazandole con la daga; Abdul tambien se abalanzo sobre el.

Fatima callo durante unos instantes. Cuando volvio a hablar, su tono descendio hasta convertirse en un susurro. El anciano la contemplaba, impasible: ?que mas secretos se escondian detras de aquellos hermosos ojos negros?

—Mi esposo no murio de la primera herida. Soy solo una mujer debil e inexperta. Sin embargo, la cuchillada si que basto para originarle tanto dolor que no pudo defenderse. Le acuchille en la boca para que no gritara y luego saje su munon y hurgue en el con la daga hasta casi llegar al codo. Tardo en desangrarse. Tardo mucho. .. Suplicaba. Recorde toda una vida de sufrimiento mientras veia como se le escapaba la suya. No aparte la mirada hasta que expiro. Murio desangrado, como los cerdos.

—?Madre! ?Que has hecho? —grito Abdul.

El joven contemplaba con los ojos muy abiertos como Brahim, recostado en los cojines, se llevaba la mano izquierda a la herida del pecho; la sangre manaba a borbotones de su cuerpo.

Fatima no contesto. Se limito a hacer un gesto con la mano para que guardasen silencio mientras Brahim agonizaba sobre las lujosas alfombras de seda que cubrian el suelo de la estancia.

—Shamir —dijo con voz firme cuando su odiado esposo expiro—, a partir de hoy tu eres el jefe de la familia. Todo es tuyo.

El joven, desde la espalda de Nasi, con la daga atenazando el cuello del lugarteniente, era incapaz de apartar la mirada de su padre. Abdul, por su parte, contenia la respiracion y paseaba la mirada, angustiado, de Brahim a Shamir.

—No era una buena persona —adujo Fatima ante el silencio de Shamir—. Destrozo la vida de tu madre, la mia. Las vuestras...

La mencion de Aisha hizo reaccionar al muchacho.

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