—inquirio despues.
Hernando, que habia esperado un tono mas aspero, medito la pregunta antes de responder:
—Quiso convencerme de que robara el botin. Intento matarme en una ocasion y me amenazo con hacerlo de nuevo.
—Quiza lo haga —reconocio Hamid—. Tendras que vivir con eso. ?Vas a enfrentarte a ello o piensas huir?
Hernando le observo: el alfaqui parecia leerle los pensamientos mas ocultos.
—Es mas fuerte... incluso sin una de sus manos.
—Tu eres mas inteligente. Utiliza tu inteligencia.
Los dos se miraron durante un largo rato. Hernando intento hablar, preguntarle por que le habia protegido. Dudo. Hamid permanecia inmovil.
—Dicen nuestras costumbres que el juez nunca actua con injusticia —dijo por fin el alfaqui—. Si altera la verdad, es para hacerse util. Y yo estoy convencido de haber sido util a nuestro pueblo. Piensa en ello. Confio en ti, Ibn Hamid —le susurro entonces—. Tus razones tendrias.
El muchacho trato de hablar, pero el alfaqui se lo impidio.
—Bien —anadio de repente—, tengo mucho que hacer, y todos estos ninos necesitan aprender el Coran. Hay que recuperar muchos anos perdidos.
Se volvio hacia el grupo de crios, que ya daban muestras de impaciencia, y les pregunto en voz alta:
— ?Quienes de vosotros conoceis la primera sura,
—
—No, no —le interrumpio Hamid—. Despacio, con...
El muchacho volvio a empezar, nervioso.
—
—No, no, no —volvio a interrumpirle pacientemente el alfaqui—. Escuchad. Ibn Hamid, recitanos la primera sura.
Susurro la palabra «recitanos».
Hernando obedecio e inicio el rezo al tiempo que se mecia con suavidad:
—
El muchacho finalizo la sura y Hamid dejo transcurrir unos instantes con ambas manos abiertas y los dedos doblados; las giraba ritmica y pausadamente a ambos lados de su cabeza, junto a las orejas, como si aquella oracion fuese musica. Ninguno de los ninos fue capaz de desviar la mirada de aquellas manos enjutas que acariciaban el aire.
— Sabed que el arabe —les explico a continuacion— es la lengua de todo el mundo musulman; aquello que nos une sea cual sea nuestro origen o el lugar en el que vivimos. A traves del Coran, el arabe ha alcanzado la condicion de lengua divina, sagrada y sublime. Debeis aprender a recitar ritmicamente sus suras para que resuenen en