—Tu madre invoco al Dios de los herejes al paso de los penitentes de la rogativa. —Las monedas escaparon de la mano de Hernando y cayeron al suelo produciendo un extrano tintineo. Sintio que le flaqueaban las piernas. ?Le habria visto en la procesion! No podia ser otra cosa—. ?Es una sacrilega! —afirmo el nino al cesar el ruido de los dineros.
Uno de los criados asintio a las palabras del muchacho:
—Merece la maxima pena que le pueda imponer el Santo Oficio: la hoguera sera poco castigo para quien es capaz de blasfemar ante una sagrada procesion.
Lo mas que consiguio Hernando de la Inquisicion fue que aceptaran su dinero para la alimentacion de Aisha, aunque poco imaginaba que ella habia decidido no comer y que rechazaba las exiguas e infectas raciones que los carceleros arrojaban a su celda.
Don Esteban fue el primero en caer de rodillas cuando el secretario puso fin a la lectura de la carta del rey. Don Sancho se santiguo en repetidas ocasiones mientras otros hidalgos imitaban al viejo sargento de los tercios. El murmullo de oraciones inconexas empezo a asolar la estancia hasta que la voz potente del capellan se alzo por encima de el:
—?Como iba Cristo a atender nuestras suplicas si al tiempo que nosotros rogabamos su intercesion, la madre de aquel a quien don Alfonso beneficiaba con su favor y amistad invocaba al falso dios de la secta de los musulmanes?
Dona Lucia, que hasta entonces habia permanecido hundida en un sillon, alzo el rostro. Le temblaba el menton.
—?De que sirve una rogativa en la que se comete sacrilegio?
La duquesa desvio sus ojos llorosos hacia el hidalgo que acababa de expresarse en tales terminos. En el momento en que asintio a sus palabras, otro de ellos se sumo al ataque contra Hernando.
—?Madre e hijo lo tenian preparado! Yo vi al morisco hacer una senal...
A partir de ahi, la corte de ociosos nobles se ensano con Hernando.
—?Blasfemia!
—?Dios se ha sentido ofendido! —Por eso nos ha negado su gracia.
Los ojos de dona Lucia se cerraron en finas lineas. ?No iba a permitir que el hijo de una sacrilega que habia ultrajado la rogativa continuara viviendo en palacio y disfrutando del favor de quien ya no podia concederselo!
Esa misma noche, cuando Hernando, ignorante de la muerte de don Alfonso, volvia derrotado del tribunal de la Inquisicion tras esperar infructuosamente durante todo el dia a que alguien le atendiese, el secretario le abordo en la misma puerta de palacio.
—Manana por la manana —le anuncio don Silvestre— deberas abandonar esta casa. Asi lo ha ordenado la duquesa. No eres digno de vivir bajo este techo. Su Excelencia, el duque de Monterreal, y su hijo han muerto defendiendo la causa del catolicismo.
El chasquido de las cadenas que unian sus tobillos cuando don Alfonso, herido, descargo su acero toledano sobre ellas junto a un riachuelo de las