—Palomero —arguyo Hernando, utilizando el mote de su juventud— necesito mucho dinero, ?entiendes? Tengo que comprar muchas voluntades en el alcazar de los reyes cristianos.
—De nada te serviran los dineros con la Inquisicion. Cuando lo de las brujas, las Camachas, detuvieron a don Alonso de Aguilar, de la casa de Priego. ?Un Aguilar! No hubo dinero que bastase hasta que no se aclaro el asunto y lo liberaron. Se han atrevido hasta con arzobispos...
—Mi madre tan solo es una vieja morisca sin importancia, Pablo.
Coca penso durante unos instantes, jugueteando con un dedo por encima del borde de un vaso. Estaban los dos sentados alrededor de una jarra de vino que les habia servido la guineana.
—A menudo me llaman para organizar partidas importantes —comento como si dudase de la posibilidad. Hernando dejo el vaso que iba a llevarse a la boca y se acerco por encima de la mesa—. No me gustan. A veces cedo y lo hago, pero... A esas partidas acuden nobles, escribanos, alguaciles, jurados, jovenes altaneros y soberbios, hijos de grandes familias, ?y hasta curas! Se trata de juegos de estocada en los que se mueve mucho dinero y muy rapido; no tiene nada que ver con la sangria lenta que se puede jugar en las coimas. Todos ellos son tan fulleros como cualquiera de los desgraciados que entran en mi casa de tablaje, pero prestos a desenvainar la espada si les recriminas alguna de sus burdas «flores» o ingenuas trampas. Parece como si el honor del que tanto alardean fuera suficiente para excusar una baraja tiznada.
—?Por que recurren a ti?
—Siempre solicitan la ayuda de algun coimero por dos razones. En primer lugar porque no quieren humillarse acudiendo a las casas de tablaje; y, aun mas importante, porque como bien sabes todas las partidas, salvo aquellas en que se juega para comer o en las que las apuestas son inferiores a los dos reales, estan prohibidas. Hasta hace algunos anos, cualquiera que hubiera perdido en una partida clandestina podia reclamar en el plazo de ocho dias que le devolvieran lo perdido. Ahora ya no se puede reclamar esa devolucion; lo perdido, perdido esta, pero si alguien denuncia una partida ilegal, hay carcel para todos, y quienes han ganado tienen que pagar una multa igual a lo que se han embolsado mas un tanto por igual importe que se reparte por tercios entre el rey, el juez y el denunciante. Ahi es donde entramos nosotros, los coimeros: todos los que se sientan o saben de una mesa clandestina son conscientes de que si llegan a denunciar una partida, su vida no vale una blanca. Cualquier coimero de Cordoba, de Sevilla, de Toledo, o de alli adonde escapase el denunciante ejecutara esa sentencia aunque no haya sido el quien organizara la partida. Es nuestra ley y tenemos medios para hacerlo, nadie lo duda, y el que es jugador... un dia u otro reaparece en alguna tabla.
—En cualquier caso —dijo Hernando tras pensar unos instantes las palabras de Pablo—, ?no te gustaria aprovecharte de ellos?
Coca sonrio.
—?Claro! Pero me juego mi negocio si nos descubren. Los coimeros corremos un riesgo anadido: aunque no se denuncie la partida, cualquier alguacil rencoroso que hubiera perdido en ella podria hacerme la vida imposible; un veinticuatro resentido me arruinaria. Explotar una casa de tablaje conlleva una pena de dos anos de destierro y si te pillan con juegos de dados, la pena es la de confiscacion de todos tus bienes, cien azotes y cinco anos de galeras. Y en mi casa hay dados: buen dinero me rentan...
—No tienen por que saber que jugamos juntos. Gano yo, tu pierdes, y repartimos despues. Palomero, te costo mucho esfuerzo aprender el truco del Mariscal como para desaprovecharlo con cuatro muertos de hambre. Recuerda las ilusiones que nos haciamos