entonces.
—A veces corre la sangre —dudo el coimero.
—?Vamos a por su dinero! —insistio Hernando.
—?Piensas vivir del juego? —pregunto Coca—. Al final, de una forma u otra, nos relacionarian. No puedes estar ganando siempre en mis tablas.
—No es mi intencion convertirme en fullero. Tan pronto como solucione lo de mi madre, escapare de esta ciudad. Nos iremos... a Granada, probablemente.
El coimero bebio un largo trago de vino.
—Lo pensare —dijo despues.
Pablo Coca cumplio esa primera noche con sus senas y Hernando obtuvo unos beneficios tranquilizadores. Regreso a la posada del Potro y, antes de subir a su habitacion, se dirigio a las cuadras para comprobar el estado de Volador. El caballo dormitaba atado a un pesebre corrido sin separaciones; descollaba entre dos pequenas mulas. Con los animales dormian arrieros y huespedes que no podian pagar las habitaciones del piso superior. Volador sintio su presencia y resoplo. Hernando se acerco para palmearlo.
—?Que haces ahi, chiquillo? —exclamo al observar a un muchacho hecho un ovillo, acostado sobre la paja, pegado a los cascos de las manos de Volador.
El nino, que no tendria mas de doce anos, mostro unos inmensos ojos castanos a Hernando, pero no se levanto.
—Os cuido el caballo, senor —contesto con voz tranquila y una serenidad impropia para su edad.
—Podria pisarte mientras duermes. —Hernando le tendio una mano para que se levantase.
El chaval no hizo ademan de agarrarse a ella.
—No lo hara, senor. Volador..., os oi llamarlo asi a vuestra llegada —aclaro—, es un buen animal y nos hemos hecho amigos. No me pisara. Yo os lo cuidare.
Como si hubiese entendido las palabras del muchacho, Volador bajo la cabeza hasta dar con los belfos sobre el pelo enmaranado y sucio del nino. La ternura de la escena contrasto con los gritos, las amenazas, las trampas, las apuestas y la codicia que se vivian en la casa de tablaje y que Hernando todavia llevaba pegadas a las ropas. El morisco dudo.
—Venga, venga. Podria lastimarte —decidio—. Los caballos tambien duermen y, aun sin querer, podria pis...
Callo de repente. Tras una mueca de tristeza, el muchacho se esforzaba por levantarse agarrandose a una de las manos del caballo, como si pretendiera trepar por ella. Sus dos piernas no eran mas que un amasijo deforme: estaban espantosamente quebradas. Hernando se agacho a ayudarle.
—?Dios! ?Que te ha sucedido?
El nino logro tenerse en pie, con las manos apoyadas sobre los hombros de Hernando.
—Lo dificil es mantenerse erguido. —Sonrio mostrando unos dientes rotos y huecos en las encias—. Si me alcanzais esos cayados, ya podre...
—?Que te ha pasado en las piernas? —pregunto Hernando, consternado.
—Mi padre las vendio al diablo —contesto el muchacho con seriedad.