Hernando bajo la mirada hacia las piernas quebradas del muchacho, tendidas sobre la paja.
—No te lo discutire. Quiza sea asi. Pero me temo que en ese caso no vendra conmigo.
Con el toque de completas, Hernando saco a Volador de las cuadras y se encamino por la calle del Potro hacia la mezquita. Habian quedado en la plaza del Campo Real, junto al alcazar. No quiso montarse en el. Andaba sin mirar hacia atras, tirando del ronzal. Algo apartado, Miguel les perseguia a saltitos. Hernando llego a la plaza y se dirigio a una de sus esquinas, donde igual que en casi todo el lugar se acumulaba la basura; alli, en el muladar, sin altar alguno que iluminase la noche, se procederia al trueque. Miguel se detuvo a algunos pasos de donde Hernando se puso a escrutar en la oscuridad, esperando distinguir la figura del carcelero con su madre a cuestas. El morisco no dio ninguna importancia a la extrana posicion del muchacho, ambas piernas extranamente apoyadas en el suelo y agarrado a una sola de sus muletas; tenia la otra en su mano derecha, alzada sobre su cabeza. Volador estaba nervioso: rebufaba, manoteaba y hasta hacia ademan de cocear.
—Tranquilo —trato de calmarle Hernando—, tranquilo, bonito.
El caballo debia presentir, penso palmeandolo en el cuello, que iba a separarse de el. En ese mismo momento una rata enorme chillo y correteo entre las piernas de Hernando y de Volador. Otra y otra mas la siguieron. Hernando salto. Volador se encabrito, se libero del ronzal y salio galopando despavorido. Miguel, en precario equilibrio, espantaba a las ratas a golpes de muleta.
Los relinchos de Volador, espantado, llamaron la atencion de todos los caballos que permanecian estabulados en las caballerizas reales, junto al alcazar, y que, a su vez, se sumaron al escandalo. El portero de las caballerizas y dos mozos de cuadra salieron a la calle que daba a la plaza del Campo Real para vislumbrar en la oscuridad un magnifico caballo tordo que galopaba suelto, arrastrando el ronzal.
—?Se ha escapado un caballo! —grito uno de los mozos.
El portero iba a discutir con el mozo, seguro de que ningun animal habia escapado de las caballerizas, pero callo cuando a la luz de uno de los hachones de la Inquisicion, Volador mostro el hierro del rey en su anca; sin duda se trataba de un caballo de las cuadras reales.
—?Corred! —chillo entonces.
Hernando tambien corria tras Volador. ?Como iba a liberar a su madre con todo aquel jaleo? El carcelero no compareceria. Miguel logro alejarse de las ratas y permanecia quieto, extasiado en la fuerza y belleza de los movimientos del caballo, odiando las piernas inutiles sobre las que se mantenia. «Volvera», musito hacia Hernando. De las caballerizas continuaban saliendo personas, pero tambien del propio alcazar; lo hacian por la puerta en la que durante el dia los porteros vendian panos. Hernando se detuvo irritado al contemplar como cerca de media docena de hombres lograban acorralar a Volador contra uno de los muros del alcazar.
Cercado, resoplando, el caballo se dejo agarrar del ronzal.
—?Es mio! —Hernando se acerco al tiempo que mascullaba improperios contra las ratas. ?Como no lo habia previsto cuando el carcelero le propuso aquel lugar?
El personal de las cuadras no tardo en comprobar que aquel animal no era uno de los potros de las caballerizas.