mesonera tras abandonar la habitacion—. Se la puede ver al trasluz. No aguantara mucho tiempo.
Hernando jugaba a las cartas por las noches, con mayor o menor fortuna, dejandose ganar en alguna de ellas, como le exigia Coca. A lo largo del dia se empenaba en que Aisha reaccionase, pero la mujer seguia manteniendo los ojos en blanco, sin moverse y sin aceptar comida alguna, en un silencio solo roto por su respirar sibilante. Hernando la recostaba en el lecho y le hablaba al tiempo que, una y otra vez, le mojaba los labios con caldo de gallina, procurando que algo de alimento se deslizase por su garganta. En susurros le contaba lo que estaba haciendo por la comunidad; como escondio el pergamino de la Turpiana. ?Estaba escrito en arabe, madre, y los cristianos veneran el pano de la Virgen y el hueso de san Esteban! ?Por que no se lo habria dicho antes? ?Por que no rompio su juramento? ?Acaso Dios le hubiera echado en cara el salvar la vida de su madre? Pero nunca podria haber imaginado... ?Era culpa suya! Fue el quien la abandono para vivir rodeado de comodidades, como un parasito, en el palacio de un duque cristiano.
Pero transcurrian los dias, Aisha no reaccionaba y Hernando se iba consumiendo junto a su madre, llorando y maldiciendose.
—Dejadme a mi, senor —le propuso Miguel una manana en la que le encontro al pie de las escaleras que ascendian al piso superior, dudando, con un tazon de caldo en las manos, sin atreverse a subir.
El muchacho subio agarrandose a la barandilla, con las dos muletas en una sola mano; Hernando le acompano con el caldo.
—Ponedlo ahi, senor, junto a la cama.
Obedecio y se retiro hasta la puerta. Miguel tomo asiento a la vera de Aisha y mientras le introducia el caldo en la boca, le hablo como hacia con Volador, tratandola igual que a aquellos pajarillos con los que decia haber convivido, como a un animal indefenso. Hernando permanecio largo rato parado en la puerta, observando al nino de las piernas quebradas, que sabia cuando volvian o se irian los animales, y a su madre inerte junto a el. Le escucho contar historias que acompanaba con risas y mil gestos, ?de donde podia sacar tanto optimismo un muchacho tullido al que la vida le habia negado todo? ?Que le contaba? ?Un elefante! Miguel estaba persiguiendo a un elefante... ?con una barca por el Guadalquivir! Le vio simular la trompa del paquidermo, con el antebrazo doblado a la altura del codo por delante de su boca y la mano doblada, que hacia revolotear con la cuchara frente a los inexpresivos ojos de Aisha. ?Donde habria escuchado el muchacho la historia de un elefante? Suspiro acongojado y abandono la habitacion con el sonido de las risas de Miguel persiguiendole —?el elefante se habia hundido a la altura del molino de la albolafia!— y, por primera vez en muchos dias, ensillo a Volador y enfilo las dehesas, donde se lanzo a un frenetico galope.
«Pagareis por esta primera de cambio en banco, con seis al millar, a Hernando Ruiz, cristiano nuevo de Juviles, vecino de Cordoba, la cantidad de cien ducados, a razon de trescientos setenta y cinco maravedies cada uno de ellos...» Hernando contemplo la letra de cambio que le entrego un arriero en la posada del Potro por cuenta y orden de don Pedro de Granada Venegas. Cien ducados era una cantidad considerable. No podia fallarles ahora, decia el noble en la carta que adjuntaba con la cambial. El pergamino de la Torre Turpiana habia sido un excelente primer paso. Luna y Castillo traducian el damero de letras a conveniencia de la causa, pero el objetivo no podia ser otro que descubrir el evangelio de Bernabe y tratar de acercar a las dos religiones a traves de Maria. Porque los memoriales contra los moriscos continuaban llegando al rey con propuestas a cual mas descabellada, aseguraba don Pedro. Alonso Gutierrez, desde Sevilla, proponia reagrupar a los moriscos en aljamas cerradas de no mas de doscientas familias cada una de ellas, bajo el mando de un jefe cristiano que controlaria hasta sus matrimonios; marcarlos en el rostro para que fuesen reconocidos alli donde fueren y gravarlos con importantes cargas fiscales.