—?Has logrado que coma? —le pregunto un dia Hernando.
—No lo necesita, senor —contesto el muchacho—. De momento le sigo dando caldo de gallina. Es suficiente alimento para una mujer en su estado. Ya comera si quiere.
Hernando dudo y se llevo la mano al menton. No se atrevio a preguntarle si aquel animalillo volveria o se iria, pero si que se dio cuenta de que el muchacho, parado sobre sus muletas, frente a el, sabia que era lo que pasaba por su cabeza.
Miguel sonrio, pero no dijo nada.
Hernando comprendio que con Aisha en aquel estado no podia dejar Cordoba. Mientras tanto, podia alquilar una casa y buscar trabajo. Con caballos. Era un buen jinete. Quiza algun noble le contratase como domador o como caballerizo, incluso como mozo de cuadras. ?Por que no? Si eso fallaba, tambien sabia escribir y llevar cuentas; alguien podria estar interesado. Y por las noches se dedicaria a trabajar en el evangelio, que seguia manteniendo escondido entre unos papeles por los que, al contrario de lo que sucedia en el palacio del duque, nadie mostro interes en sus ausencias de la posada; alli nadie sabia leer.
Sus pensamientos le llevaron a la casa de tablaje de Coca. La esclava guineana le franqueo el paso. Quiza Coca supiera de alguna vivienda que pudiera alquilar...
—?Mira por donde! —le espeto el coimero, que contaba los dineros ganados en la noche anterior—, precisamente ahora iba a ir en tu busca.
Hernando avanzo hacia la mesa a la que se sentaba Coca.
—?Sabes de alguna casa, en alquiler por la que no pidan demasiada renta? —le pregunto de sopeton mientras se dirigia hacia el. Coca enarco las cejas—. Pero ?por que ibas a ir en mi busca? —cayo en la cuenta.
—Espera. —Coca termino de calcular los beneficios de las tablas, despidio a la guineana y, solos en la coima, se enfrento con seriedad a su visitante—. Esta noche hay una gran partida —anuncio.
Hernando dudo.
—?No te interesa? —se sorprendio el coimero.
—Si..., creo que si. Yo... —Dudo si contarle lo de los cien ducados que acababa de recibir de don Pedro. Habia sido el quien le insistiera en aquella partida, pero ahora... los cien ducados le proporcionaban una seguridad de la que no disponia entonces. Era el dinero que le garantizaba los cuidados de su madre, el poder alquilar una casa... ?Como iba a jugarse los ducados que su protector le habia mandado para que pudiera trabajar por la causa morisca?—. Tengo cien ducados —termino confesando—. Me los ha prestado un conocido...
—No me interesan tus ducados —le sorprendio Coca.
—Pero...
—Te conozco. En este negocio he aprendido a distinguir a la gente. La huelo, presiento sus reacciones. Viniste a mi diciendo que no tenias dinero. Si ahora que dispones de el, tienes que arriesgarlo, no lo haras. No eres un jugador. —Coca se agacho y agarro algo a sus pies: dos bolsas llenas de monedas que dejo caer sobre la mesa—. Aqui estan nuestros dineros —dijo entonces—. Sinceramente, en circunstancias normales nunca jugaria contigo como complice de fullerias, pero eres el unico que conoce mi secreto y el unico que lo conocera; el unico con el que puedo hacerlo y de las pocas personas, quiza la unica tambien, a quien le debo gratitud como amigo. Y quiero ganarles. Mucho dinero. Cuanto mas mejor. Esta debe