Pero hay mas —continuaba la carta—. Un cruel e intransigente fraile dominico llamado Bleda va mucho mas lejos y sostiene, argumentandolo en la doctrina de los Padres de la Iglesia, que seria moralmente licito que el rey dispusiese de la vida de todos los moriscos como le viniese en gana, matandolos o vendiendolos como esclavos a otros paises, por lo que propone destinarlos a galeras. De esa forma, continua el fraile, podrian sustituirse a los muchos sacerdotes que reman en ellas por la costumbre de sus superiores de castigarlos como galeotes ante sus faltas, con el solo objeto de ahorrarse su manutencion en prision. Esa Iglesia que se considera tan misericordiosa pretende asesinar o esclavizar a miles de personas. Debemos trabajar. Todas estas propuestas se filtran hasta las comunidades moriscas y enardecen los animos en un circulo diabolico: cuantos mas memoriales se producen, mas intentos de rebelion se maquinan y, a medida que se descubren las conspiraciones, mas y mas argumentos tienen los cristianos para adoptar alguna de esas sangrientas soluciones. Desde otro punto de vista, la derrota de la gran armada no es cuestion baladi. Inglaterra se ha hecho fuerte y su ayuda a los ejercitos que luchan en Flandes aumentara; en Francia, la Liga cristiana promocionada y pagada por el rey espanol se halla en serias dificultades tras la derrota. Todo eso repercutira en nosotros, Hernando, no te quepa duda. A medida que los espanoles pierdan poder en Europa, veran en los moriscos la posibilidad de aliarse con alguna de esas potencias y adoptaran medidas de algun tipo. Las circunstancias juegan en nuestra contra. Mantenme informado de tu situacion y cuenta conmigo; te necesitamos.
Quemo la carta de don Pedro, salio de la posada y despues de preguntar a un alguacil donde se emplazaba el banco de don Antonio Morales, establecimiento al que el banquero de don Pedro en Granada dirigia la letra de cambio, se encamino a el provisto del documento y de su cedula personal. El escritorio de Morales se hallaba cerca de la alcaiceria y la alhondiga, y Hernando, bien vestido, fue recibido por el propio banquero, que le cobro el seis por millar que figuraba en la letra de cambio, le abrio un deposito por importe de noventa ducados y le libro el resto mediante siete coronas de oro, varios reales de a ocho y otros mas fraccionarios.
Volvio a la posada y pago generosamente al posadero acallando de esa manera las suspicacias del hombre, ya enterado de su condicion de morisco y fullero. El asunto se habia complicado con la presencia de una penitenciada por la Inquisicion.
—No se si teneis licencia para vivir en esta parroquia —le dijo unos dias antes—. Comprendedlo. Si viniese el alguacil... Los cristianos nuevos necesitais permiso de los parrocos para cambiar de residencia.
Hernando le callo mostrandole el salvoconducto expedido por el arzobispado de Granada.
—Si puedo moverme con libertad por los reinos de Espana —alego—, ?como no voy a poder hacerlo por una simple ciudad?
—Pero la mujer... —insistio el posadero.
—La mujer va conmigo. Es mi madre.
Le contesto con dureza, pero acompano sus palabras con algunas monedas mas.
Sin embargo, era consciente de que aquella situacion no podia eternizarse. Don Pedro le habia mandado dinero, si, pero tambien le rogaba que trabajase en el proyecto, y en la posada no podia hacerlo. Dormia en el suelo, ya que el lecho lo ocupaba Aisha, que permanecia en el mismo estado en el que habia abandonado las mazmorras de la Inquisicion. Miguel la cuidaba cada dia con afecto y carino, hablandole, contandole historias, acariciandola y riendo, siempre riendo, salvo cuando exigia ayuda a la mujer e hija del posadero para que la limpiasen o la cambiasen de postura a fin de que no se llagase.