—?Como...? ?Pero si esta mejor!

—Se va, senor. Lo se.

Cruzaron sus miradas. Miguel se la sostuvo unos instantes y entrecerro los ojos asegurando su premonicion. Nego con la cabeza, levemente, como compartiendo el dolor de Hernando, y continuo con su historia.

—La pared del dormitorio donde dormia la muchacha desaparecio por arte de magia, senora Maria. ?Os lo imaginais? Un enorme hueco...

Hernando hizo caso omiso a la narracion, se acuclillo frente a su madre y la acaricio en una rodilla. ?Seria posible que Miguel fuese capaz de predecir la muerte? Aisha parecio reaccionar al contacto de su hijo y volvio a mover una mano.

—Madre —susurro Hernando.

Miguel se acerco.

—Dejanos, te lo ruego —le pidio Hernando.

El tullido se retiro a las cuadras y Hernando tomo la mano descarnada de Aisha entre las suyas.

—?Me oyes, madre? ?Eres capaz de entenderme? —sollozo apretando aquella mano debil—. Lo siento. Es culpa mia. Si te hubiera contado... Si lo hubiera hecho, esto no habria sucedido. Nunca he dejado de luchar por nuestra fe.

Luego relato cuanto habia hecho y el trabajo que le habia encargado don Pedro; ?todo aquello que pretendian conseguir!

Cuanto termino, Aisha no hizo movimiento alguno. Hernando escondio el rostro en su regazo y se entrego al llanto.

Cuatro dias transcurrieron hasta que se cumplio el presagio del joven; cuatro largos dias en los que Hernando, a solas con su madre, repaso una y otra vez su vida mientras ella se consumia hasta que una manana, serenamente, dejo de respirar.

No quiso pagar entierros ni funerales. Miguel torcio el gesto en el momento en que oyo como Hernando se lo comunicaba al parroco de Santa Maria, al que aviso tarde a proposito, Aisha ya cadaver, para que acudiese a otorgar la extremauncion y la diese de baja en el censo de moriscos de la parroquia.

—Aunque fuese mi madre, estaba endemoniada, padre —trato de excusarse ante el sacerdote, a quien no obstante entrego unas monedas por unos servicios que no llegaria a prestar—. La propia Inquisicion asi lo determino.

—Lo se —contesto el parroco.

—No puedo explicartelo —se excuso despues con Miguel, que habia escuchado sus palabras con estupor.

—?Endemoniada decis, senor? —chillo el joven llegando a perder el equilibrio—. Aun en su silencio, su madre sufria mas... ?que yo cuando me utilizaban para pedir limosna! Merecia un entierro...

—Yo se lo que merece mi madre, Miguel —le interrumpio, tajante, Hernando.

No lo habria podido conseguir si el hubiese pagado y Aisha hubiera sido enterrada en el cementerio parroquial, pero si en las fosas comunes del campo de la Merced, donde la vigilancia era inexistente. ?Quien iba a velar por unos cadaveres cuyos parientes no habian estado dispuestos a proporcionarles un buen entierro cristiano?

—Vuelve a casa —ordeno a Miguel una vez hubieron presenciado como los sepultureros, sin el menor respeto, lanzaban el cadaver a la fosa.

—?Y vos que vais a hacer, senor?

—Vuelve, te he dicho.

Hernando acudio en busca de Abbas, por quien pregunto en

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