sonrisa—, por lo menos de la epoca de al-Mansur.
—Ya, pero no lo bastante —tercio Castillo—. Utilicemos otro material que no sea papel o pergamino: oro, plata, cobre...
—Plomo —apunto don Pedro—. Es facil de conseguir y se utiliza mucho en orfebreria.
—Los griegos ya escribian sobre laminas de plomo —indico Luna—, es un buen material. Nadie podra decir si es antiguo o actual, sobre todo si lo pasamos por un bano de estiercol, como ya hizo nuestro amigo con el de la Turpiana.
Hernando se sumo a las sonrisas de sus companeros.
—En el reino de Valencia, en Jarafuel —dijo Castillo—, conozco a un orfebre que, a pesar de la prohibicion, continua trabajando en secreto las joyas moriscas. Tambien conozco al alfaqui del pueblo. Ambos son de confianza. Binilit, el orfebre, se dedica a elaborar manos de Fatima y patenas con lunas e inscripciones en arabe para el bautizo de los recien nacidos. Tambien fabrica ajorcas, pulseras y collares en los que cincela aleyas y magnificos grabados moriscos, como los que lucian nuestras mujeres antes de la conquista cristiana. Estoy seguro de que estara en disposicion de pasar esos escritos a laminas de plomo.
—Algunos estan en latin —explico entonces Hernando—, pero para otros, los escritos en arabe, he utilizado complicados caracteres puntiagudos, con una caligrafia desconocida que he inventado yo mismo, basandome en la imagen de los vertices de la estrella del Sello de Salomon: el simbolo de la unidad. He pretendido apartarme de cualquier estilo posterior al nacimiento del profeta Isa.
Don Pedro asintio complacido; Luna premio la idea con un par de aplausos corteses.
—Te aseguro que el maestro Binilit —insistio Castillo— posee la suficiente destreza como para cincelar sobre el plomo cualquier escrito que le presentemos.
Hernando habia podido comprobar las habilidades de Binilit en su anterior visita a Jarafuel. Busco a Munir, el alfaqui del pueblo, un hombre sorprendentemente joven para la responsabilidad que cargaba sobre sus hombros, y juntos se encaminaron al diminuto taller del viejo orfebre. Cuando llegaron, Binilit estaba trabajando en una mano de Fatima que le habian encargado para una boda: coloco una lamina de plata sobre un molde de hierro rehundido y, sobre esta, otra lamina de plomo que fue martilleando con precision hasta extraer la joya, limpia y lisa, en la que empezo a cincelar dibujos geometricos. Mientras tanto, el alfaqui, ya advertido por Castillo, le explicaba lo que se esperaba de el.
—Se trata de un trabajo secreto del que puede depender el futuro de nuestro pueblo en estas tierras —termino diciendole Munir.
Binilit asintio y abandono por primera vez la atencion que tenia puesta en la joya.
Abstraido en el arte del platero, Hernando aprovecho ese momento para deleitarse en su trabajo. Binilit le animo a coger la pieza de plata; Hernando penso que se parecia a la mano de Fatima que tan celosamente escondia en la biblioteca. La sopeso. Quiza pesaba algo menos. Deslizo las yemas de los dedos por los inacabados dibujos. ?Que muchacha la luciria en secreto? ?De que andanzas seria testigo aquella joya? Los recuerdos de las suyas propias con Fatima le arrancaron una sonrisa nostalgica.
—?Te gusta? —pregunto Binilit tornandole a la realidad.
—Maravillosa.
Permanecieron unos instantes en silencio.