Hernando indico con un gesto al nino que en ese momento cantaba las suras que continuara con ello y se acerco al grupo.

—El Diablo Cabeza de Hierro —llego a escuchar como musitaba con temor un anciano. Asi era como llamaban los moriscos al cruel y sanguinario marques—. Dicen —continuo el anciano— que sus caballos se orinan de panico en el momento en que monta sobre ellos.

—Entre los dos marqueses nos aplastaran —sentencio un hombre.

—No hubiera sido asi si los del Albaicin y los de la vega se hubieran sumado a la revuelta —intervino un tercero—. El marques de Mondejar tendria los problemas en su misma ciudad y no podria acudir a las Alpujarras.

Hernando observo como varios de ellos asentian en silencio.

—Los del Albaicin ya estan pagando su traicion —afirmo el primer anciano. Luego escupio al suelo—. Algunos huyen hacia las sierras, arrepentidos. Granada se ha llenado de nobles y soldados de fortuna, y a pesar de que ofrecieron pagar su estancia y alimentacion en los hospitales de la ciudad, el marques de Mondejar ha ordenado que se alojen en las viviendas de los moriscos. Les roban y violan a sus mujeres e hijas. Cada noche.

—Dicen que han encarcelado en la Cancilleria a mas de cien moriscos de los principales y mas ricos de la ciudad —anadio otro.

El anciano asintio confirmandolo.

El silencio volvio a hacerse en el grupo.

—?Venceremos! —grito uno de los hombres. El nino que recitaba las suras callo ante el rugido—. ?Dios nos ayudara! ?Venceremos! —insistio, logrando que los presentes, ninos incluidos, se sumasen a sus exclamaciones.

El 3 de enero de 1569, Hernando recibio la orden de Brahim de acudir al castillo de Juviles. Los moriscos partian al encuentro del ejercito del marques de Mondejar, que se dirigia a las Alpujarras.

Ni siquiera pudo cinchar la primera mula de lo que le temblaban las manos. El arnes se deslizo por el costado del animal y cayo al suelo mientras el muchacho miraba sus manos preocupado. ?Que haria Ubaid? Le mataria. Le estaria esperando..., no. ?Que iba a hacer un arriero manco en el castillo? ?Como iba un manco a trabajar con las mulas? Un sudor frio humedecio su espalda; le tenderia alguna trampa. No lo haria en el castillo. No. Alli no podria... Hernando aparejo a la recua como buenamente pudo, y tras despedirse de su madre se puso en marcha. ?Y si escapase? Podria..., podria ir con los cristianos, pero... ?Nunca llegaria a cruzar las Alpujarras! Le detendrian. Brahim le buscaria si no acudia y entonces sabria que Ubaid habia dicho la verdad. Recordo el consejo de Hamid y la confianza que el alfaqui habia depositado en el. No podia fallarle.

Ascendio al castillo, protegido entre las mulas, obligandolas a caminar cerca de el, atento a cuanto pudiera moverse. Ubaid no le salio al paso como temia. El castillo hervia con los preparativos de la marcha a Pampaneira, donde les esperaba Aben Humeya con su ejercito. Busco a Brahim y lo encontro charlando con jefes monfies, cerca de la alcazaba.

—Saldremos de vacio —anuncio su padrastro—. Prepara mi caballo... y las mulas del de Narila —anadio, senalando a Ubaid.

El arriero de Narila llevaba el brazo derecho vendado, sucio, la ropa ajada, y su rostro aparecia tremendamente demacrado mientras intentaba, sin exito, aparejar a sus animales.

—Pero... —trato de quejarse Hernando.

—Ya te habras enterado de que ha pagado por su delito —le

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