conocer el verdadero evangelio, aquel que ningun Papa o evangelista ha podido falsear. Y nadie podra sostener que lo que afirma ese evangelio esta en contradiccion con el contenido del Libro Mudo... Asi, el circulo se cerrara: el Libro Mudo, o evangelio de la Virgen, que habra permanecido como un enigma, encontrara la solucion en ese evangelio llegado de tierras arabes. Nadie podra cuestionar este ultimo sin poner en tela de juicio todo lo anterior, que ya habria sido aceptado.

«Nadie podra cuestionar entonces el evangelio de Bernabe», dijo para sus adentros.

Hernando paso la noche en casa de Munir, donde tuvo oportunidad de rezar con un alfaqui, algo que no hacia en mucho tiempo.

Luego se enfrascaron en una intima y profunda conversacion que se prolongo hasta altas horas de la madrugada. En aquellas zonas perdidas del reino de Valencia se mantenian mas vivas sus creencias. Los senores, pendientes solo de los beneficios que les reportaban los moriscos, se mostraban indulgentes hacia su forma de vida, y no existia sacerdote capaz de evangelizarlos.

Por la manana, el propio Munir y dos jovenes moriscos lo acompanaron hasta las cercanias de Almansa, adonde llegaron cuando anochecia. Hernando se dirigio a la ciudad en busca de un meson y compania con la que iniciar el viaje hasta Granada; los moriscos, pese al frio del invierno, se dispusieron a pernoctar a la intemperie, escondidos, ya que no disponian de las cedulas necesarias para abandonar Jarafuel.

—Que el que guia el camino recto te acompane y te lo revele —se despidio el alfaqui.

Tardo cuatro dias en llegar a Granada. Lo hizo alternativamente acompanado de mercaderes, frailes y soldados que se dirigian a Murcia o a la ciudad de la Alhambra. En las alforjas portaba algo mas de veinte medallones de plomo cuidadosamente elegidos entre los montones cincelados por Binilit. Opto por dos de los libros: Los fundamentos de la Iglesia y La esencia de Dios, ademas de una serie de plomos que anunciaban el martirio de varios de los discipulos de Santiago, entre ellos el de san Cecilio, escrito en el que Hernando habia incluido una referencia al hallazgo de la Turpiana, ardid mediante el que trataba de otorgar al pergamino la credibilidad que algunos estudiosos seguian poniendo en entredicho.

Antes de partir, prometio al orfebre que el o sus amigos granadinos se encargarian de recoger los plomos que faltaban. A lo largo de aquellas jornadas de viaje, alardeo en publico de sus trabajos para el arzobispado de Granada, mostrando la cedula que le permitia desplazarse con libertad y algunos escritos de lo que califico como atroces crimenes de las Alpujarras y que llevaba en las alforjas, para ocultar los plomos. ?Quien iba a atreverse a hurgar en ellas sabiendo que contenian escritos sobre los martires de las Alpujarras?

En cualquier caso, no se separo de las alforjas, y en las ventas del camino dormia con la cabeza apoyada sobre ellas.

Perdio una jornada entera en Huescar, poblacion a la que llego un sabado al anochecer. El domingo acudio a misa mayor y se entretuvo el resto de la manana en espera de que el sacerdote le certificara el cumplimiento de sus obligaciones religiosas, documento que deberia presentar al parroco de Santa Maria a su regreso a Cordoba. Durante la espera en la iglesia, tres frailes franciscanos descalzos, enterados por el sacerdote de que estaba de paso hacia Granada, le procuraron su compania puesto que llevaban el mismo camino.

—Como bien comprendereis —alego cuando excuso su viaje en el martirologio de las Alpujarras y los franciscanos le pidieron ver los escritos—, son

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