confidenciales. Hasta que el arzobispo no les de su visto bueno, nadie debe leerlos.
Asi pues, Hernando realizo la ultima parte del viaje acompanado de aquellos tres franciscanos quienes, pese al intenso frio invernal, solo vestian un basto habito pardusco tejido en lana burda, del color de la tierra, simbolo de humildad. En el camino, al tiempo que le mostraban una cedula especial, le explicaron que debian obtener el permiso del provincial de la orden para no ir descalzos y usar unas alpargatas abiertas en su parte superior. Durante las dos jornadas en las que camino junto a ellos, se sorprendio de la austeridad y extrema pobreza en la que vivian los «descalzos», que aprovechaban cualquier encuentro para pedir limosna. Admiro la frugalidad de su alimentacion y su estoica forma de vida, que les llevaba incluso a dormir sobre el mismo suelo.
Se despidio de los frailes a la entrada de Granada, una vez superada la puerta de Guadix, por encima del Albaicin. Desde alli, descendio por la carrera del Darro en direccion a la Plaza Nueva y a la casa de los Tiros. A su derecha quedaba la ladera en la que se alzaban los carmenes de Granada, velados por la bruma en aquel dia de invierno granadino. ?Que habria sido de Isabel? Hacia siete anos que no la veia. En los esporadicos viajes que durante ese tiempo habia hecho a Granada para entrevistarse con don Pedro, Miguel de Luna o Alonso del Castillo, o para entregar algun escrito sobre los martires, no quiso volver a insistir, respetando la negativa envuelta en lagrimas con la que ella se habia despedido en su ultimo encuentro, a la salida de la iglesia.
Azuzo a Estudiante para que avivase el paso. ?Siete anos! Si, gozaba de la pelirroja de la mancebia, incluso de alguna otra mujer, pero jamas habia llegado a olvidar la ultima noche que paso junto a Isabel, cuando, los dos en el lecho, estuvieron a punto de rozar el cielo. Entre la bruma creyo ver la terraza del carmen del oidor que se abria a la ladera del Darro. Con la mirada clavada en la terraza, sintio una repentina debilidad en todo su cuerpo y apoyo sus manos sobre la cruz de Estudiante que, libre de mando, se detuvo para mordisquear el verde que nacia a la vera del camino, con las aguas del Darro corriendo a sus pies. Habia trabajado duramente para su Dios, pero ?que tenia? Solo recuerdos... el de Isabel, bella y sensual; el de los seres queridos que habian muerto: su madre, Hamid... Fatima y sus pequenos. Su vida se habia centrado en un sueno: unir a dos religiones enfrentadas y demostrar la supremacia del Profeta. ?Para que? ?Para quien? ?Quien se lo agradeceria? ?La comunidad que le rechazaba? El segundo paso despues de la Turpiana ya estaba dado. ?Y ahora? ?Y si no obtenia exito? ?Fatima! Los ojos negros almendrados de la muchacha revivieron en su memoria; su sonrisa; su resuelto caracter; la joya de oro colgando entre sus pechos y las noches de amor vividas junto a ella. Hernando no hizo nada por impedir que una lagrima corriese por su mejilla mientras permitia que sus recuerdos volaran hacia Francisco e Ines jugueteando en el patio de la casa de Cordoba, estudiando con Hamid, aprendiendo, riendo o mirandole en silencio, atentos y felices.
?Necesitaba decirlo! Necesitaba oirse a si mismo reconociendo la verdad.
—Solo. Estoy solo —murmuro entonces con la voz tomada, al tiempo que tironeaba de las riendas para que Estudiante dejase de morder el verde y emprendiese la marcha de nuevo.
Entretanto, en la casa de Cordoba, Miguel seguia reuniendose con Rafaela todas las noches, pero las historias que le contaba ya no versaban sobre seres fantasticos, sino que tenian un unico protagonista: Hernando, su senor, el apuesto dueno de la casa. Rafaela escuchaba embobada los relatos del joven tullido. Hernando habia sido un heroe, habia salvado a muchachas durante la guerra, habia luchado y sobrevivido a numerosos peligros. Casi lloro cuando Miguel le conto las muertes de su esposa y de sus hijos a manos de unos crueles bandidos... Y el sonreia con cierta tristeza, al ver como aquella joven, casi sin darse cuenta, poco a poco, iba sintiendose cautivada por el protagonista de sus relatos.