dos que has visto esta noche se llaman Maria y Lorenza. Lorenza era la mas bajita...

—?Miguel!

—Alquilan ninos para mendigar —solto Miguel, con voz firme.

Hubo un momento de silencio, antes de que Hernando reaccionara.

—?Al jurado? —pregunto, por fin, sorprendido.

—Si. Es un buen negocio. El jurado pertenece a la cofradia que se ocupa de los ninos expositos y se encarga de decidir a quien deben entregarse. Los ninos se adjudican a mujeres cordobesas, a las que se les pagan unos pocos ducados al ano para que les den el pecho si todavia son mamones o para que los mantengan si ya no maman. Esas amas de cria, a su vez, se los alquilan a las mujeres que has visto para que mendiguen con los ninos. Mueren muchos de ellos... —La voz de Miguel se quebro en la ultima frase.

—?Que tiene que ver el jurado en ello?

—Todo —replico el joven, a quien el interes de Hernando dio nuevos animos—. Los estatutos de la cofradia disponen que un visitador compruebe periodicamente si los ninos que se han entregado se encuentran con las personas a las que se les paga por ello; si viven y cual es su estado de salud. Don Martin y el visitador estan conchabados. Uno los entrega a las mujeres que le interesan y el otro hace la vista gorda. Cada semana, las mendigas vienen a pagar la parte que corresponde al jurado; lo mismo hacen con el visitador. Rafaela me ha contado que su padre necesita mucho dinero para sus lujos, para equipararse a los veinticuatros del cabildo municipal. Podria cantarte los nombres de la ultima docena de ninos que han sido entregados, los de aquellas a quienes se les han dado y los de las mendigas que hoy los arrastran por las calles.

Hernando entrecerro los ojos.

—?Dices que mueren muchos? —pregunto, mientras negaba con la cabeza.

—Esto no es mas que un negocio, senor. Por desgracia lo conozco bastante bien. Hay algunos ninos que logran arrancar las lagrimas y la compasion de la gente; otros no. Estos ultimos no sirven. Tampoco se puede pedir limosna con ninos gordos y bien alimentados; es la regla fundamental de este oficio. Todos ellos estan en los huesos. Si, senor, mueren de hambre, mordidos por las ratas o de la mas benigna de las calenturas, y nada de eso termina reflejandose en los libros de la cofradia.

Hernando alzo la vista hacia el cielo, negro y encapotado.

—Y tu pretendes que yo coaccione al jurado con esta historia para que me conceda la mano de Rafaela, ?no es asi? —pregunto despues.

—Ciertamente.

61

Don Martin Ulloa, fabricante de agujas, jurado de Cordoba por herencia de su padre, se nego a recibirle. Una esclava morisca, gorda y vieja, pretendidamente ataviada de sirvienta con unas ropas que habian visto tiempos mejores, le transmitio el mensaje de su amo: en una primera ocasion con displicencia, en la segunda de forma impertinente y en la tercera incluso airada.

—Dile a tu senor —replico Hernando a esa ultima, elevando tambien la voz, consciente de que alguien escuchaba mas alla de la puerta— que me envia la Angustias y otras companeras y amigas suyas. ?Me has entendido? ?La Angustias! —repitio, en tono alto y claro—. Le dices tambien que manana le espero en mi casa por un negocio de su interes. No le concedere otra oportunidad mas antes de acudir al corregidor o al obispo. Vivo en la casa de

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