Hernando y a Rafaela. Su senor habia cumplido y se habia casado, y Miguel no deseaba que su presencia en la casa pudiera ser una barrera entre la nueva pareja.
No hubo forma de convencerle, asi que tanto Hernando como su esposa lo vieron partir. Cuando entraron de nuevo en casa, Hernando se sintio extranamente solo. Comio con Rafaela en un silencio solo interrumpido por frases de cortesia y volvio a la biblioteca. Desde alli oyo como Rafaela limpiaba las habitaciones y trajinaba por la casa; a ratos, incluso, le parecio oir que tarareaba alguna cancion, algo que de repente ella misma interrumpia, como si se arrepintiese de hacer ruido.
Asi transcurrieron las semanas. Hernando se acostumbro a la presencia de Rafaela, y ella iba sintiendose cada dia mas comoda en su nuevo hogar. Iba al mercado con Maria, cocinaba para el, y no le molestaba nunca durante los ratos que el pasaba encerrado, ni preguntaba que hacia en ellos. El verano habia dado algo de color a las palidas mejillas de Rafaela, y aquellos timidos y apagados canturreos llegaron a convertirse en canciones que se oian por toda la casa.
—?Por que este potro lleva un freno diferente al que le embocas al otro? —le sorprendio su esposa un dia en las cuadras, antes de que Hernando saliera a cabalgar.
Ella nunca antes habia entrado en las cuadras mientras Hernando se preparaba para montar. Rafaela senalo la coleccion de hierros que colgaban de las paredes.
Si en general Hernando se mostraba parco en palabras, en esta ocasion, sin darse cuenta y sin dejar de embridar al potro, se encontro dandole una leccion a su esposa.
—Depende de la boca que tengan —contesto—. Los hay que la tienen negra, otros que la tienen blanca y otros colorada. Los mejores son los que la tienen negra: es lo mas natural, como le sucede a este. —Hernando hizo un esfuerzo para cinchar al animal—. A estos, los de la boca negra, hay que ponerles un freno comun, suave, corto de tiros y de bocado... —Se detuvo unos instantes, de espaldas a Rafaela, pero continuo hablando—: Esos frenos deben tener los asientos gruesos y atravesados... —Entonces se volvio hacia su esposa—. Y la barbada gruesa y redonda —termino de explicar ya mirandola directamente.
Rafaela mostro la mas dulce de sus sonrisas.
—?Y por que te interesa a ti todo esto? —pregunto el.
Permanecieron unos momentos el uno frente al otro. Fue Hernando quien, al fin, se adelanto. La tomo por los hombros y la beso en los labios, delicadamente. Un estremecimiento recorrio el cuerpo de la muchacha.
Esa misma noche, Hernando la observo mientras cenaban. La joven estaba animada y le conto una divertida historia sobre algo que habia visto de camino al mercado. Sus finos labios sonreian, mostrando los blancos dientes; su voz era dulce, ingenua. Hernando se sorprendio riendose con ella por primera vez.
Despues de cenar, ambos salieron al patio. Hacia una noche estrellada y las rosas vertian en el aire su fragante perfume. Ambos contemplaron el brillo del cielo nocturno. Fue entonces cuando ella le pregunto en voz muy baja:
—?Es que no deseas tener hijos conmigo?
Hernando, sorprendido, la miro de arriba abajo.
—Y tu, ?lo deseas? —le pregunto a su vez.
Rafaela parecia haber agotado su coraje con la primera pregunta.
—Si —musito cabizbaja.
En silencio subieron al dormitorio: la inmensa timidez de