Pues escucha: una nina tullida rezo en las cuevas y sano. La hija de un oficial de la Chancilleria, postrada en cama desde hacia cuatro anos, fue llevada en litera hasta las cuevas y salio andando por su propio pie; decenas de personas lo han testificado en el expediente de calificacion de las reliquias. ?Hasta el obispo de Yucatan viajo desde las Indias para rogar a los martires por la curacion de un herpes militaris que padecia! Oficio misa y despues amaso tierra de las cuevas con agua bendita, se aplico la pasta sobre el herpes y se curo al instante. ?Un obispo! Y asi lo ha testificado tambien. Muchas mas son las curaciones y milagros que la gente cuenta del Sacromonte.

—Don Pedro... —empezo a decir Hernando con sorna.

—Observa —le interrumpio el noble. Se acercaban ya al lugar del cerro donde se hallaban las cuevas. Hernando siguio la mano de don Pedro, que se movia en el aire tratando de abarcar cuanto se les abria por delante—. Este es el resultado de tu trabajo.

Un bosque de mas de mil cruces se elevaba en torno a la pequena entrada a la mina en la que se hallaban las cuevas, lugar en el que se amontonaban los peregrinos alrededor de unas minusculas capillas y las viviendas de los capellanes. Los dos detuvieron a sus caballos, el colorado que montaba Hernando se movia, inquieto. El morisco paseo la mirada por el lugar, deteniendola en las cruces y en los fieles arrodillados bajo ellas. Algunas eran sencillas cruces de madera, pero otras eran de piedra finamente cincelada, altas e inmensas, montadas sobre grandes pedestales. «El resultado de mi trabajo», susurro. Cuando estuvo en Granada para entregar los primeros plomos, llego a dudar de sus esfuerzos, pero la credulidad del pueblo era muy superior a cualquier error que pudiera haber cometido en sus escritos.

—Es impresionante —se admiro, torciendo la cabeza para alcanzar a ver el extremo de la cruz que se alzaba a su lado, muy por encima de el.

— La mayoria de las iglesias de la ciudad han erigido cruces —explico don Pedro acompanando a Hernando en su mirada—. Lo mismo han hecho los conventos, el cabildo, las juntas, los colegios y las cofradias: cereros, herreros, tejedores, carpinteros, la Cancilleria y los notarios, en fin, todas. Ascienden en procesion con sus cruces, escoltados por guardias de honor al son de pifanos y timbales, entonando el Te Deum . Se realizan constantes romerias al Sacromonte.

Hernando meneo la cabeza.

—No puedo creerlo.

—Sin embargo —prosiguio don Pedro—, se que Castillo esta teniendo verdaderos problemas con la traduccion de los plomos.

Hernando se extrano. ?Que problemas podia tener el traductor?

—El arzobispo controla personalmente su trabajo —explico don Pedro— y en el momento en que alguna frase ambigua parece inclinarse hacia la doctrina musulmana, la corrige segun sus deseos. Ese hombre esta empenado en hacer de Granada una ciudad mas santa que la propia Roma. Pero al final, el dia en que el turco de a conocer el evangelio, resplandecera la verdad: todos ellos —hizo un gesto hacia la gente— se veran obligados a reconocer sus errores.

«?El sultan?», se planteo Hernando.

—No creo que debamos enviar ese evangelio al turco —adujo de inmediato. Don Pedro le miro sorprendido—. No lo creo —insistio—. Los turcos no han hecho nada por nosotros...

—En cuanto al evangelio —le interrumpio don Pedro—, no se trataria solo de nosotros, sino de toda la comunidad musulmana.

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