—Hernando y Miguel alzaron el rostro y se miraron sorprendidos cuando la voz de Rafaela rompio el silencio.

—No has venido a vernos en todo este tiempo. Ni siquiera te has molestado en conocer a tus nietos, madre.

La mujer no contesto. Rafaela siguio hablando, con voz firme y clara.

—Y ahora quieres vivir con nosotros. Me pregunto por que no acudes a casa de Gil. Estoy segura de que te sentirias mucho mas a gusto alli...

—?Por todos los santos! —insistio la mujer, con voz brusca y colerica—. ?A que viene esto ahora? Te lo estoy pidiendo. ?Soy tu madre! Ten misericordia.

—?O quiza ya lo has hecho? —prosiguio Rafaela, desoyendo las protestas. Dona Catalina callo—. Por supuesto, madre. Me consta que solo vendrias a esta casa si no te quedara otro remedio. Dime, ?acaso mi hermano teme el contagio?

Dona Catalina balbuceo una respuesta. La voz de Rafaela se elevo entonces, clara y firme.

—?Crees de verdad que voy a poner en peligro a mi familia?

—?Tu familia? —La mujer solto un bufido de desprecio—. Un moro...

Rafaela alzo la voz a su madre, quiza por primera vez en toda su vida.

—?Fuera de esta casa!

Hernando suspiro, satisfecho. Miguel dejo escapar una sonrisa.

Luego vieron pasar a Rafaela por delante de ellos, caminando en silencio, la cabeza erguida, en direccion al patio, mientras las suplicas y sollozos de su madre se oian desde la calle.

El morisco y su familia superaron la peste. Igual que muchos otros cordobeses, dona Catalina, consumida y cargada de ira contra Hernando y Rafaela, regreso tan pronto como la ciudad se declaro libre de la epidemia y se abrieron sus trece puertas.

Al tiempo que una muchedumbre las cruzaba para retornar a sus casas, Miguel se apresuro a volver al cortijillo tras una rapida y balbuceante despedida.

Mas de seis mil personas habian fallecido durante la epidemia.

63

Camino de Toga, reino de Valencia, 1604

Para aquel viaje al pequeno pueblo de Toga, al norte de Segorbe, enclavado en un valle tras la sierra del Espadan, pasando primero por Jarafuel, Hernando eligio un magnifico potro colorado de cuatro anos que, haciendo honor a su color de fuego, retrataba mas que andaba y tenia que ser refrenado constantemente. Llevaba su ancho y soberbio cuello de caballo espanol siempre erguido; bufaba incluso a las mariposas y se asustaba del revoloteo de los insectos, con las orejas tiesas y atentas en todo momento.

Despues de nueve anos desde su ultima visita, Hernando encontro a Munir, el alfaqui, prematuramente envejecido; la vida era muy dura en aquellas tierras de la sierra valenciana, maxime para quien pretendia mantener vivo el espiritu de unas creencias

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