claro pudieron oirse con nitidez durante unos instantes. Munir observo como Abdul y Shamir dirigian sus miradas hacia Hernando. ?Habria convencido a aquellos corsarios?

—Ayudo a los cristianos en la guerra de las Alpujarras —mascullo Abdul de repente. Su expresion era dura; el azul de sus ojos glacial.

—Solo trato de librarse de la esclavitud y lo hizo con un cristiano, si, pero... —trato de excusarlo el alfaqui.

—Luego ha colaborado con los cristianos de Granada —le interrumpio Abdul—, acusando a los moriscos que se rebelaron.

—?Y los demas cristianos a los que salvo la vida? —tercio Shamir. Munir se sobresalto; no sabia nada de otros cristianos. El corsario vio en aquella duda la oportunidad de liberarse del respeto con que habia acogido las explicaciones de un reconocido alfaqui—. Salvo a muchos mas. ?No lo sabias? ?No te lo habia contado? No es mas que un cobarde. ?Cobarde! —grito hacia Hernando.

—?Traidor! —anadio Abdul.

—Si creia que habia sido Ubaid el que nos asesino, ?por que no lo persiguio hasta el infierno? —continuo Shamir, gesticulando violentamente ante el alfaqui—. ?Que hizo por vengar lo que el creia que era la muerte de su familia? Yo te dire lo que hizo: refugiarse comodamente en el lujoso palacio de un duque cristiano.

—Si hubiera insistido, si hubiera buscado venganza como todo musulman que se precie debe hacer —anadio Abdul a gritos—, quiza habria llegado a descubrir que no habia sido Ubaid, sino Brahim, el causante de sus desdichas.

A pocos pasos de distancia, Hernando sintio como le abofeteaban aquellas palabras. Ni siquiera tenia fuerzas para defenderse, para decir en voz alta que habia visto el cadaver de Ubaid, que la venganza que anhelaba se habia frustrado al verlo muerto. Que habia recorrido la sierra en busca de los cuerpos de su familia para darles sepultura... ?Que sentido tenia todo eso ahora? Mientras oia las acusaciones vertidas por sus hijos, sus palabras que rezumaban rencor, su mente tenia solo una pregunta. ?Por que? ?Por que le habia mentido Aisha? ?Por que le habia dejado sufrir sabiendo la verdad? Recordo sus lagrimas, su rostro contraido por el dolor cuando clamaba haber visto como Ubaid los mataba a todos. «?Por que, madre?»

Las palabras de su hijo interrumpieron sus pensamientos.

—?Y ademas casado con una cristiana! ?Reniego de ti, perro sarnoso! —anadio Abdul, escupiendo a los pies de su padre.

Munir, inconscientemente, siguio la direccion del escupitajo. Luego observo a Hernando. Ni siquiera se habia movido ante la injuria de su propio hijo. Aun en la oscuridad, su cuerpo aparecia hundido, destrozado por la culpa, superado por cuanto se desarrollaba a su alrededor.

—Pero los plomos... —insistio el alfaqui, compadeciendo a quien consideraba su amigo.

—Los plomos —le interrumpio Shamir—, ?que valen cuatro letras? ?Acaso han servido para algo? ?Se ha beneficiado alguno de los nuestros? —Munir no quiso darle la razon y apreto los labios con firmeza—. Esos manejos solo sirven para los ricos, para todos aquellos nobles que nos traicionaron y que ahora pretenden salvar sus pellejos. ?Ninguno de nuestros hermanos, de los humildes, de los que continuan creyendo en el unico Dios, de los que se esconden para rezar en sus casas o en los campos, lograra algo positivo de todo ello! Debe morir.

—Si —se sumo Abdul—, debe morir.

La sentencia resono en el bosque por encima de los ya

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