que, euforicos y confiados, aguardaban la llegada del ejercito del marques. A sus pies se abria el barranco de Tablate, y al frente tenian la ladera del cerro por el que debian aparecer los cristianos.
Alguien entono las primeras notas de una cancion y al instante retumbo un atabal. Otro morisco se alzo en la pendiente e hizo ondear una gran bandera blanca; mas alla aparecio una colorada, y otra... ?Y cien mas! Hernando sintio que se le erizaba el vello cuando los tres mil moriscos cantaron al unisono: al son de los atabales, cientos de banderas ondeantes cubrieron la ladera de blanco y rojo.
Asi recibieron al ejercito comandado por el marques de Mondejar, capitan general del reino de Granada. Hernando se dejo arrastrar por el entusiasmo general y, con el inmenso Gironcillo a su lado, canto a voz en grito en abierto desafio a las tropas cristianas.
El marques, con reluciente armadura, se puso al frente de las tropas; establecio que la caballeria permaneciera en la retaguardia, dispuso a la infanteria en la ladera opuesta y ordeno la carga de los arcabuceros. Mientras tanto, los moriscos tomaron sus respectivas posiciones.
Por encima del angosto barranco, los moriscos respondieron al ataque enemigo disparando sus escasos arcabuces y ballestas, pero, sobre todo, provocando con sus hondas una intensa lluvia de piedras sobre los cristianos. Hernando respiro el olor a polvora que emanaba del arcabuz del Gironcillo. El no disponia de honda con la que lanzar piedras, y lo hizo a mano, gritando exaltado. Tenia buena punteria: habia lanzado piedras contra los animales, y en sus ratos perdidos se habia entrenado en los campos. Acerto a darle a un infante y ello le llevo a arriesgarse mas y mas con cada pedrada: obcecado, se exponia al fuego enemigo.
—?Resguardate! —El monfi le agarro del brazo y lo sento de un violento tiron. Luego se dedico a baquetear el canon de su arcabuz. Hernando hizo ademan de volver a lanzar una piedra, pero el Gironcillo no se lo permitio—. Entre los miles de moriscos que somos, yo soy su blanco. Mi arcabuz les llama a disparar contra mi. —Introdujo una pelota de plomo por el canon y volvio a baquetear con fuerza—. No quiero que te maten por mi causa. ?Lanzalas sin levantarte!
Poco duro sin embargo el intercambio de disparos y pedradas: los moriscos se vieron incapaces de soportar la superioridad de las armas de los cristianos, que cargaban y disparaban sin cesar provocando numerosas bajas. El Gironcillo ordeno la retirada hacia posiciones mas elevadas, a las que no llegaran las pelotas de plomo cristianas.
—No podran cruzar el puente —decian los rebeldes mientras se replegaban.
El marques dio la orden de alto el fuego ante la inutilidad de los disparos. Los moriscos volvieron a cantar y gritar. Muchos todavia intentaban llegar con sus hondas alli donde no lo conseguian los arcabuces; algunos lo consiguieron, aunque con escasos resultados, lanzando las piedras al cielo para que la parabola les ayudase a salvar la distancia. Hernando contemplo como el marques, celada en mano, y sus capitanes uniformados se acercaban a examinar el puente destrozado. ?Era imposible que por alli cruzase un ejercito!
El silencio se hizo en las filas de ambos bandos hasta que todos vieron que el marques negaba con la cabeza. Entonces los moriscos volvieron a estallar en vitores y a hacer ondear sus banderas. Hernando grito tambien, elevando el puno al cielo. El capitan general cristiano se disponia a retirarse cabizbajo, cuando de las filas de la infanteria surgio un fraile franciscano que, empunando una cruz en la mano derecha y con el habito recogido al cinto, se lanzo a caminar por el peligroso puente, sin tan siquiera