mirar al marques. Ceso el griterio. El marques reacciono y ordeno fuego a discrecion para proteger al religioso. Durante unos instantes todos estuvieron pendientes de aquel fraile que andaba con paso vacilante y en la cruz que orgullosamente exhibia a los musulmanes.

Dos infantes mas se atrevieron a cruzar el puente antes de que el fraile alcanzara la otra orilla. Uno de ellos piso en falso y cayo al vacio, pero antes de que su cuerpo llegara a estrellarse contra las paredes del barranco, como si su muerte fuera una llamada al valor de sus companeros, se escucho un grito en la columna de la infanteria cristiana:

—?Santiago!

El grito de guerra rugio entre la tropa al tiempo que una larga fila de soldados se acercaba a la cabecera del destrozado puente, dispuesta a cruzarlo. El fraile estaba llegando ya al otro lado. Los cabos y sargentos acuciaban a los arcabuceros a que cargasen y disparasen con rapidez para impedir que los moriscos descendieran de nuevo de los cerros y atacaran a quienes cruzaban. Muchos lo intentaron, pero el fuego del ejercito cristiano, concentrado en la cabecera del puente, fue efectivo. No mucho despues, un cuerpo de infantes, entre los que se hallaba el fraile rezando a gritos con la cruz en alto, defendia ya el puente desde el lado de las Alpujarras.

Aben Humeya ordeno la retirada. Ciento cincuenta moriscos perdieron la vida en Tablate.

— Monta —dijo el Gironcillo a Hernando senalandole otro caballo, una vez en la cima del cerro—. El jinete ha muerto — anadio al ver dudar al muchacho—. No vamos a dejarles el caballo a los cristianos. Apoyate en el cuello y dejate llevar —le aconsejo iniciando el galope.

10

Aben Humeya huyo con sus hombres en direccion a Juviles. El marques de Mondejar le persiguio y tomo todos los pueblos ubicados en el camino entre Tablate y Juviles, saqueando las casas, esclavizando a las mujeres y ninos que quedaban atras y haciendose con un cuantioso botin.

En el castillo de Juviles, los moriscos discutieron acerca de su situacion y posibilidades. Algunos apostaban por la rendicion; los monfies, seguros de su castigo y de que con respecto a ellos no cabria esperar medida de gracia alguna, lo hacian por el enfrentamiento a muerte; otros proponian huir a las sierras.

Con urgencia, puesto que los espias anunciaban ya que el ejercito cristiano se hallaba tan solo a una jornada de Juviles, los moriscos adoptaron una solucion intermedia: los hombres de guerra huirian con el botin, si bien antes liberarian a las mas de cuatrocientas cautivas cristianas como muestra de buena voluntad a fin de continuar con unas negociaciones de paz que algunos principales ya habian iniciado. Entretanto, sus mujeres, aterradas, se veian obligadas a despedirse de sus maridos y esperar la temida llegada de los cristianos.

—?Acaso pretendes que mueran mis hijos? —Grito Brahim desde lo alto del overo a Aisha, cuando esta le propuso escapar con el de Juviles—. Los pequenos no resistirian el invierno en las sierras. Esto no es ninguna romeria. ?Es una guerra, mujer!

Aisha bajo la mirada. Raissa y Zahara sollozaban, abrumadas; los ninos, aun notando la tension general, contemplaban a su padre con admiracion. Hernando, al frente de las mulas sobrecargadas con el botin que se llevaban del castillo, sintio como se le encogia el estomago.

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