—Podriamos... —trato de intervenir el muchacho.

—?Callate! —le interrumpio su padrastro—. Poco te importaria la muerte de tus hermanos. ?Quedate con ellos y cuidalos! —ordeno a su esposa.

Brahim espoleo al caballo y las mulas le siguieron; incluso Ubaid paso delante mientras Hernando esperaba a que su madre levantara la vista. Al fin lo hizo, con decision.

—Llegara la paz —aseguro a su hijo—. No te preocupes. —Hernando trato de acercarse a ella, los ojos vidriosos, pero Aisha le rechazo. —Tus mulas se han ido —le indico—. ?Ve con ellos! —insistio su madre, irguiendose y atusandose el cabello, como si quisiera restar importancia a la situacion. Al percibir el dolor en el rostro de su hijo, levanto la voz—: ?Vete!

Sin embargo el muchacho todavia no pudo seguir a sus mulas. En la que fuera la puerta del castillo encontro a Hamid despidiendo a los combatientes. Los animaba, les aseguraba que Dios estaba con ellos, que no les abandonaria...

—?Apresurate! —dijo Hernando al alfaqui—. ?Que haces parado...?

—Aqui termina mi aventura, hijo —le interrumpio este.

?Hijo! Era la primera vez que se lo decia.

—?No puedes quedarte aqui! —exclamo de repente.

—Si. Debo hacerlo. Debo permanecer con las mujeres, con los ninos y con los ancianos. Este es mi sitio. Ademas... ?que haria un cojo como yo corriendo por caminos y sierras? —Hamid forzo una sonrisa—. Solo seria un estorbo.

Su madre, Hamid... Quiza debiera quedarse el tambien. ?No aseguraba ella que llegaria la paz? El alfaqui intuyo sus pensamientos, mientras decenas de moriscos pasaban por su lado, huyendo.

—Lucha tu por mi, Ibn Hamid. Toma. —El alfaqui descolgo el alfanje que colgaba de su cinto y se lo ofrecio—. Recuerda siempre que esta espada fue propiedad del Profeta.

Hernando la cogio solemnemente, alargando ambos brazos para que Hamid pusiera el alfanje en sus manos extendidas.

—No permitas que caiga en manos cristianas. No llores, muchacho. —El alfaqui si que acepto el abrazo de Hernando—. Nuestro pueblo y nuestra fe deben estar por encima de nosotros, ese es nuestro destino. Que el Profeta te guie y te acompane.

El ejercito cristiano entro en Juviles y cerca de cuatrocientas cristianas, liberadas por los moriscos, salieron a recibirlo.

—?Matadlos! ?Acabad con los herejes! —exigieron a los soldados.

—Degollaron a mi hijo —gritaba una.

—Mataron a nuestros esposos e hijos —lloraba otra con una criatura en brazos.

—?Profanaron las iglesias! —trataba de explicar una tercera entre el griterio.

Algunas de aquellas mujeres eran de Cuxurio y Alcutar, pero las habia de todos los lugares de las Alpujarras. Una vez acomodados en el pueblo, dispersos por sus calles y la plaza, grupos de soldados escucharon estremecidos las historias que narraban las cautivas. En todos los pueblos rebelados se habian producido crueles matanzas y asesinatos en masa, la mayoria por orden directa de Farax.

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