con ellos sus hijos. Los moriscos casados con cristianas viejas deben abandonar Espana... y llevar consigo a sus hijos mayores de seis anos; los menores se quedaran aqui, con la madre.
La voz le temblo al pronunciar las dos ultimas frases.
Hernando apoyo los codos sobre la mesa, entrecruzo los dedos y dejo caer la cabeza en ellos. Eso significaba que, si llegase a afectarle la orden real, expulsarian tambien a Amin y Laila. Muqla y sus dos hermanos menores quedarian con Rafaela en Espana para vivir... ?de que? Sus tierras y su casa serian requisadas, y sus bienes...
—Eso no sucedera en nuestra familia —afirmo con contundencia. Las lagrimas corrian por las mejillas de su esposa sin que esta hiciera nada por detenerlas. Toda ella temblaba, con sus ojos humedos clavados en el. Hernando sintio que se le encogia el estomago—. No te preocupes —anadio con dulzura, levantandose de la silla—. Ya sabes que he iniciado un pleito de hidalguia y ya me han llegado los primeros papeles desde Granada. Tengo amigos importantes alli, cercanos al rey, que abogaran por mi. No nos expulsaran.
Se acerco a ella y la estrecho contra su pecho.
—Hoy... —Rafaela sollozo—. Esta manana me he cruzado con mi hermano Gil de vuelta a casa. —Hernando fruncio el ceno—. Se ha reido de mi. Sus carcajadas han resonado a medida que he empezado a apresurar el paso para alejarme de el...
—?Y a que venian esas risas?
—«?Hidalgo?», ha preguntado a gritos. Entonces me he vuelto y ha escupido al suelo. —Rafaela estallo en llanto. Hernando la apremio a continuar—. «?El hereje de tu esposo... jamas obtendra la hidalguia!», ha asegurado.
Lo sabian, penso Hernando. Era de esperar. Miguel se lo habria dicho a los arrendatarios y a los nobles que pretendian comprar los caballos y la noticia habria corrido de boca en boca.
—Mujer, aunque no me concedieran la hidalguia, solo el hecho de pleitear ya paralizara la expulsion durante anos. Despues..., despues ya veremos. Las cosas cambiaran.
Pero el llanto de su esposa era incontenible; se llevo las manos al rostro y sus lamentos rompieron el silencio de la noche... Hernando, que se habia separado de su mujer, se puso tras ella y acaricio su cabello con ternura, esforzandose por aparentar una serenidad que estaba muy lejos de sentir.
—Tranquilizate —le susurro—, no nos pasara nada. Seguiremos todos juntos.
—Miguel tiene un presentimiento... —musito ella entre sollozos.
—Los presentimientos de Miguel no siempre se cumplen... Todo saldra bien. Tranquila. No pasara nada... —murmuro—. Calmate, los ninos no deben verte asi.
Rafaela asintio y respiro hondo. Se resistia a dejar sus brazos. Sentia un miedo inmenso, que solo el contacto con Hernando conseguia mitigar.
Hernando la observo salir de la biblioteca enjugandose las lagrimas y un fuerte sentimiento de ternura de apodero de el. Habia aprendido a vivir entre Fatima y Rafaela. A una la encontraba en sus oraciones, en la mezquita, en la caligrafia o en el momento en que escuchaba a Muqla susurrar alguna palabra en arabe, con sus inmensos ojos azules clavados en el a la espera de su aprobacion. A Rafaela la encontraba en su vida diaria, en todas aquellas situaciones en que necesitaba de la dulzura y el amor; ella le atendia con carino y el