se lo devolvia. Fatima se habia convertido solo en una especie de fanal al que seguir en sus momentos de conjuncion con Dios y su religion.
La expulsion de los moriscos valencianos se llevaba a cabo, aunque no sin dificultades. Trasladar a mas de cien mil personas exigia que los barcos fueran y vinieran de la costa levantina espanola hasta Berberia una y otra vez. Pese a los tres dias de plazo marcados, los meses transcurrian y ese retraso conllevo que, a traves de las tripulaciones de los barcos que tornaban y la maliciosa crueldad de los cristianos, que no dudaban en difundirlas, empezaran a llegar noticias de la situacion de los recien llegados a las costas africanas. Los mas afortunados, aquellos que desembarcaban en Argel, eran inmediatamente trasladados a las mezquitas; una vez alli los hombres eran dispuestos en fila, se examinaban sus penes y se les retajaba a lo vivo, uno tras otro. Luego pasaban a engrosar la mas baja de las castas de la ciudad corsaria regida por los jenizaros y eran empleados en la labor de las tierras en condiciones infrahumanas.
Los menos afortunados fueron a caer en manos de las tribus nomadas o bereberes que asaltaron, robaron y asesinaron a quienes para ellos no eran mas que cristianos: hombres y mujeres que habian sido bautizados y que habian renegado del Profeta. Se hablaba de que cerca de tres cuartas partes de los moriscos valencianos, mas de cien mil personas, habian sido asesinadas por los arabes. Hasta en Tetuan y en Ceuta, ciudades donde vivia un gran numero de moriscos andaluces, torturaron y ejecutaron a los recien llegados. Comunidades enteras, clamando su cristiandad, se acercaron a las murallas de los presidios espanoles enclavados en la costa africana en busca de proteccion. Centenares de moriscos, aterrorizados y desenganados, se las arreglaron para volver a Espana, donde se entregaban como esclavos al primer hombre con el que se encontraban; los esclavos estaban exentos de la expulsion.
Tambien se hablaba de que pasajes enteros fueron despojados de sus bienes y lanzados al agua en alta mar. En los mercados cristianos las sardinas se empezaron a comprar al nombre de «granadinas».
Las noticias de las macabras matanzas berberiscas y demas infortunios se propagaron entre los moriscos valencianos que restaban a la espera de la expulsion. Dos comunidades se alzaron en armas. Munir levanto a los hombres del valle de Cofrentes, que al mando de un nuevo rey llamado Turigi se embrenaron en lo mas alto de la Muela de Cortes. Lo mismo hicieron otros miles de hombres y mujeres en la Val de Aguar bajo las ordenes del rey Melleni. Pero el caudillo Alfatimi montado en su caballo verde no acudio en su ayuda, y los experimentados soldados de los tercios del rey no tuvieron problema alguno en poner fin a la revuelta. Miles de ellos fueron ejecutados; otros tantos acabaron como esclavos.
Antes del final de ese mismo ano se dicto el bando de expulsion de los moriscos de las dos Castillas y de Extremadura. Los andaluces sabian que, en breve, serian los siguientes.
Una fria y destemplada manana de enero, Hernando se hallaba en la biblioteca corrigiendo las letras que Amin escribia con el palillo sobre las hojas embetunadas en blanco de su librillo de memorias. Habia probado a dejarle un calamo, pero el nino emborronaba el papel con la tinta, por lo que resultaba mas comodo aquel librillo en el que se podia borrar lo escrito y repetir las letras una y otra vez. Amin habia logrado dibujar un alif esbelto y proporcionado. Hernando tomo la tablilla y aprobo el trabajo con satisfaccion al tiempo que le revolvia el cabello. Muqla tambien se acerco y miro a su hermano mayor con envidia.
—Si sigues asi, pronto podras hacerlo con el calamo, buscando la sutil curvatura de la punta que mas se adapte a los movimientos de tu mano.
El nino le miro con ojos llenos de ilusion, pero justo cuando iba a decir algo, unos atronadores golpes en la puerta de acceso a la casa retumbaron en