sentia agotada, desbordada por todo aquello.

En ese momento el alguacil ya sostenia entre sus manos un delicado corpino, con los brazos abiertos, en esta ocasion en direccion a Rafaela, como si, desde la distancia, se lo estuviese probando directamente sobre sus pechos.

La mujer escapo corriendo del dormitorio. Las risotadas del alguacil la persiguieron escaleras abajo, hasta el patio donde estaban los ninos.

?Como podia Nuestro Senor permitir todo aquello?, penso Rafaela durante la noche, tumbada con los ojos abiertos clavados en el techo y los tres ninos durmiendo amontonados sobre su madre. Ninguno de ellos habia querido dormir en su cama. Rafaela tampoco deseaba hacerlo sola. Transcurrieron las horas mientras les acariciaba la espalda y las cabezas, enredando los dedos entre sus cabellos. Durante la tarde, habia escuchado de un soldado que se presento en la casa para hablar con el alguacil, que la columna de deportados ya marchaba en direccion a Sevilla, despedida entre los insultos y el griterio de los cordobeses. Imagino a Hernando, a Amin y Laila entre ellos, caminando cargados. Quiza sus hijos pudieran hacer el camino montados en la mula, con Miguel; todos los caballos estaban arrendados a otros moriscos. ?Sus hijos! ?Su esposo! ?Que seria de ellos? Todavia sentia en sus labios la pasion del ultimo beso que le habia dado a Hernando. Ajena a su hermano, a los soldados y a las decenas de moriscos que observaban, Rafaela se habia estremecido como si de una jovencita se tratara, toda ella temblo de un doloroso amor antes de que Gil interviniese para separarles. ?Que misericordia era aquella que tanto llenaba la boca de sacerdotes y piadosos cristianos? ?Donde estaban el perdon y la compasion que predicaban a todas horas?

La pequena Salma, tumbada de traves sobre sus piernas, se agito en suenos y estuvo a punto de caer al suelo. Como pudo, Rafaela se incorporo, la acerco hasta su vientre y la acomodo entre sus hermanos.

?Que futuro se le presentaba a aquella criatura?, penso Rafaela. ?El convento, que ella misma habia evitado? ?Servir a alguna familia acomodada? ?La mancebia? ?Y Muqla y Musa? Recordo la mirada de lascivia del alguacil toqueteando sus ropas; ese era el trato que podia esperar de las gentes. No era mas que la esposa abandonada de un morisco, y sus hijos, los hijos de un hereje. ?Toda Cordoba lo sabia!

Pero ella, Rafaela Ulloa, pese a todo, habia decidido permanecer en tierras cristianas, celosa de su fe y de sus creencias. Sin embargo, ni siquiera habia transcurrido un dia y su mundo se desmoronaba. ?Donde estaba el resto de su familia? Le quitarian los caballos igual que pretendian hacer con sus ropas y muebles. ?De que vivirian entonces? No podia esperar ayuda de sus hermanos; habia mancillado el honor de la familia. ?Podia esperarla de algun cristiano?

Sollozo y abrazo con fuerza a los pequenos. Muqla abrio sus ojos azules y, aun somnoliento, la miro con ternura.

—Duerme, mi nino —le susurro al tiempo que aflojaba la presion y empezaba a mecerlo con suavidad.

El nino volvio a acompasar la respiracion y Rafaela, como era su costumbre, trato de encontrar consuelo en la oracion, pero las plegarias no surgieron. Rezad a la Virgen, recordo. Hernando creia en Maria. Le habia oido hablar a los ninos de la Virgen y contarles con entusiasmo que Maria era el punto de union entre aquellas dos religiones enfrentadas a muerte. Su inmaculada concepcion permanecia incolume desde hacia siglos, tanto para cristianos como para musulmanes.

—Maria —musito Rafaela en la noche—. Dios te salve...

Entonces, mientras ella murmuraba la plegaria, su corazon le marco el camino: fue una decision subita, pero irrevocable. Y, por primera vez desde hacia dias, sus labios esbozaron una sonrisa y sus ojos cedieron a la presion del sueno.

Вы читаете La Mano De Fatima
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату