e inconscientemente examino sus ropas. ?Seria por su aspecto? Se vio harapienta y sucia. Avergonzada, trato de alisarse la saya con las manos.
—?Tu esposa cristiana?
La voz de Fatima resono en los oidos de Hernando a modo de pregunta y de reproche, de lamento incluso.
El asintio con la cabeza, sin volverse.
Rafaela se percato de la presencia de la hermosa y lujosamente ataviada mujer que se hallaba al lado de su esposo y avanzo hacia el, pero con la mirada fija en la desconocida.
—?Quien es esta mujer? —inquirio Rafaela, acercandose a Fatima.
—?No le has hablado de mi, Hamid ibn Hamid? —pregunto Fatima, aunque sus ojos estaban puestos en aquella figura desastrada y sucia que se acercaba a ellos.
Hernando fue a contestar pero Rafaela se le adelanto con la misma resolucion con la que un dia, cuando la peste, habia echado a su madre de la casa de Cordoba.
—Yo soy su esposa. ?Con que derecho te atreves a interrogarnos?
—Con el que me concede el ser su primera y unica esposa—afirmo Fatima haciendo un gesto con el menton hacia Hernando.
El desconcierto se mostro en el rostro de Rafaela. La primera esposa de Hernando habia muerto. Todavia recordaba el triste relato de Miguel. Nego con la cabeza, con los ojos cerrados, como si quisiera alejar de si aquella afirmacion.
—?Como? —dijo con un hilo de voz—. Hernando, dime que no es cierto.
—Si, diselo, Hamid. —La voz de Fatima sono desafiante.
—Cuando me case contigo, creia que habia muerto —acerto a contestar Hernando.
Rafaela sacudio la cabeza con violencia.
—?Cuando te casaste conmigo! —grito—. ?Y despues? ?Lo has sabido despues? ?Virgen santisima! —termino exclamando.
Lo habia dejado todo por Hernando. Habia recorrido leguas para encontrarse con el. Estaba harapienta y sucia, con los zapatos destrozados. ?Todavia le sangraban los pies! ?De donde salia aquella mujer? ?Que queria de Hernando? A su alrededor habia miles de moriscos derrotados, todos entregados a su maldita suerte. ?Que hacia ella alli? Noto que le flaqueaban las fuerzas, que la determinacion con la que habia iniciado aquella empresa desaparecia confundiendose en los llantos y lamentos de las gentes.
—Ha sido una marcha interminable —sollozo como si renunciase—. Los ninos... ?no hacian mas que llorar! Solo Muqla aguantaba. Pensaba que no llegariamos a tiempo, ?y para que? —En ese momento separo ligeramente uno de sus brazos del cuerpo y como si hubiera sido una senal, Laila acudio a abrazarla—. Nos lo han quitado todo: la casa, los muebles, mis ropas...
Hernando se acerco a Rafaela con las manos abiertas y algo extendidas, tratando de explicarse a traves de ellas; su mirada, sin embargo, era furtiva.
—Rafaela, yo... —empezo a decir.
—Podria arreglarlo para que tambien pudiera venir ella —le interrumpio entonces Fatima, alzando la voz. ?Que hacia alli la cristiana? No estaba dispuesta a