—?De acuerdo? —repitio. Amin y Laila asintieron con la cabeza. Su padre los animo con una sonrisa—. ?Nos espera vuestra madre! ?No podemos dejarlos solos! ?En marcha! —ordeno sin permitirse un respiro. Amin solo tenia once anos; su hermana uno menos. ?Serian capaces?

Hernando tiro de los tres caballos de cabeza, los siete restantes por detras, atados entre ellos, agrupados, abriendose por los flancos.

—?Arre! ?Vamos, preciosos!

Le costo ponerlos en movimiento; no estaban acostumbrados a moverse atados unos a otros. Los de detras cocearon, se encabritaron y se mordieron, negandose a adelantar. ?Y el?, se pregunto entonces, ?seria capaz a su edad? Pateo con fuerza la barriga de uno de los caballos.

—?Moveos!

—?Arre! —escucho entonces desde detras.

Entre los animales vio que Amin habia cogido una cuerda y azotaba las grupas de los traseros. Al instante se sumo la voz de Laila, primero titubeante, despues firme como la de su hermano.

?Serian capaces!, sonrio con los gritos de sus pequenos en los oidos.

Cuando todos los caballos se pusieron en movimiento lo hicieron como un ejercito imparable; Hernando creyo que no podria controlarlos, pero sus hijos iban y venian corriendo desde atras a los flancos, para azuzarlos y mantenerlos agrupados.

—?Cuidado! ?Apartaos! —gritaba el sin cesar.

Los ninos tambien gritaban. Y la gente, que se quejaba y los insultaba.

Los moriscos saltaban a su paso para apartarse. Pisotearon enseres y arrollaron tiendas. Cuando pasaron por encima de una pequena hoguera, Hernando llego a comprender lo ciegos que estaban los animales entre el gentio: jamas habrian hecho tal cosa en otras condiciones; nunca habrian pasado por encima de un fuego.

—?Cuidado!

Tuvo que tironear con violencia de los caballos de cabeza para dar tiempo a que una anciana escapase y no fuera arrollada, aunque mas de algun morisco salio despedido al chocar con los animales que iban por los costados.

Por extenso que fuera el Arenal, el tiempo volo y Hernando distinguio el cuerpo de guardia por delante, los soldados extranados ante el escandalo.

—?Ahora, ninos! ?Huid! ?Al galope! —grito.

No fue necesario que se esforzara. El espacio libre que se abria entre donde se asentaban los ultimos moriscos y la guardia animo a los animales a lanzarse a un frenetico galope. Hernando corrio un par de trancos al lado del caballo libre y se agarro a su crin para montar aprovechando la inercia. Le costo hacerlo; sus musculos chasquearon ante el esfuerzo. Fallo en su primer intento y se quedo con la pierna derecha a medio camino de la grupa, pero tal y como volvio a tocar el suelo, sin llegar a dar un paso, se izo con fuerza y lo consiguio. El resto, sin Amin y Laila azuzandoles, se abrio en abanico. Los soldados observaron aterrados como se les venian encima once caballos al galope: una manada de animales desenfrenados, locos.

Allahu Akbar!

No habia terminado de invocar a su Dios cuando tiro de las dos cuerdas largas que habia atado a las manos de los otros dos caballos de cabeza. Los animales

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