grande para mi. Las habia robado dias atras a un joven caballero que cometio la insensatez de dejarlas a la puerta de su habitacion en el Refugio del Viajante, un albergue cercano al puerto. Tenia la costumbre de entrar en ese albergue por la puerta trasera a altas horas de la noche y explorar los pasillos mientras los huespedes dormian. En esos pasillos estrechos y de techo bajo no era raro encontrar una camisa o unos pantalones colgando de las puertas; algunos caballeros despistados, pensando que aun estaban en Londres o Paris, los dejaban alli con la esperanza, quiza, de encontrarlos bien planchados a la manana siguiente. La mayor parte de esas cosas no se podian vender, pero servian para vestir a mi pequena familia, no me costaban ni un penique y no me causaban el menor remordimiento.

Las suelas de las botas estaban un poco gastadas y la idea de acabar caminando hasta Londres descalzo no me hacia ninguna gracia. Al cabo de un rato ya notaba la gravilla en la planta del pie izquierdo, y sabia que en pocos kilometros empezarian a salirme ampollas y cortes. Las botas de Dominique eran similares a las mias, pero llevaba unas buenas medias que yo le habia hurtado a un tendero, a unos cinco kilometros al sur de nuestra casa, la vispera de recibir la paliza, y el dia anterior habia encontrado un par de botas nuevas para Tomas. Este parecia tan incomodo como yo mientras se acostumbraba a ellas, y tanto se quejo del dano que le hacian que al final Dominique saco un panuelo del bolsillo y le envolvio los dedos de los pies para protegerlos del roce. Yo habria preferido que con aquel panuelo le tapara la boca, pero al menos consiguio que se callara un rato.

Calcule que si solo ibamos a pie llegariamos a Londres al cabo de cinco dias, a menos que encontraramos otro medio de transporte por el camino -algo improbable, siendo como eramos una pareja joven con un nino cada vez mas sucios y malolientes-. Hasta una semana de viaje nos parecia razonable y, tal como senalo Dominique, no resultaba un sacrificio excesivo a cambio de escapar de Dover y la vida de duro trabajo que nos esperaba si nos quedabamos alli. Estaba convencida de que en una semana la fortuna nos sonreiria.

Ese primer dia tuvimos la suerte de atraer la atencion de un joven granjero que viajaba en carro de Dover a Canterbury; nos vio junto a la carretera, donde intentaba aliviarme los pies. Apenas habiamos recorrido diez kilometros, pero ya empezaba a perder la esperanza de que las botas aguantaran y a plantearme seriamente la posibilidad de proseguir descalzo. Sentado en un mojon, examinaba los pobres dedos gordos de mis pies, que se habian puesto rojos y me dolian espantosamente. Dominique estaba detras de mi, en cuclillas sobre la hierba, y Tomas tumbado en el suelo a mi derecha, tapandose los ojos con una mano y suspirando con histrionico agotamiento. De pronto oi el traqueteo del carro que se acercaba.

– Ya esta bien -le espete a Tomas-. Tenemos que seguir andando hasta Londres, asi que no te servira de nada quejarte y lloriquear todo el rato.

– ?Es que esta muy lejos! -exclamo-. ?Cuando llegaremos?

– Quiza dentro de una semana -murmure, exagerando tontamente pese a saber que solo empeoraria las cosas, pero tenia calor, me dolian los pies y me inquietaba el miedo a no poder seguir. Lo ultimo que necesitaba era oir los lamentos de ese nino, y sabia que Dominique nos arrastraria a Londres tanto si queriamos como si no. No me costaba mucho ponerme en el lugar de Tomas, pues en realidad a mis diecisiete anos no era mas que un crio. Habia momentos en que me habria gustado tirarme al suelo y patalear a mis anchas, perder los nervios y dejar que otra persona se ocupara de todo para variar, pero no podia, pues solo uno de nosotros podia representar ese papel con exito-. Asi que ve acostumbrandote a la idea, Tomas, y te sentiras mejor -anadi con tristeza.

– ?Una semana? -exclamo, y anadio-: ?Cuanto tiempo es una semana?

– Una semana son… -Empezaba a referirle lo que tardariamos de verdad cuando volvi a oir el traqueteo de un carro.

Ya habian pasado unos cuantos y habia intentado pararlos haciendo senas, sin exito. Con frecuencia el ocupante me fustigaba con el latigo o me maldecia para que me apartase del camino, como si constituyeramos un obstaculo insalvable. Si esos carreros pudiesen ver la calle Piccadilly hoy dia a las cinco de la tarde, sabrian lo afortunados que eran y no habrian montado en colera con tanta facilidad. Eche un vistazo al carro y al reparar en que su unico ocupante era el joven que lo conducia, me alegre y, sin demasiadas esperanzas, levante la mano y grite:

– ?Hola, senor! ?No tendra sitio para nosotros en su carro?

Di un paso atras, temiendo que sacara el latigo o intentara atropellarme, pero para mi sorpresa tiro de las riendas y detuvo al caballo con un grito.

– Quereis que os lleve, ?eh? -pregunto, parandose a mi lado, mientras Tomas le dirigia una mirada esperanzada y Dominique salia de la maleza arreglandose la falda y mirando a nuestro benefactor con cierta suspicacia.

– Somos solo tres, y no le causaremos ninguna molestia -asegure adoptando mi tono mas amable. El nos repasaba de arriba abajo y yo tenia la esperanza de que la deferencia que le demostraba despertara su compasion-. Apenas llevamos equipaje, solo esto -anadi levantando del suelo una bolsa de viaje pequena-. Me temo que no podremos pagarle nada, pero le estaremos muy agradecidos.

– Bueno, sera mejor que subais -repuso sonriendo-. No voy a dejaros aqui plantados con el calor que hace, ?eh?

Tenia acento de campesino, pero no consegui detectar de donde procedia; sus palabras desbordaban sentido del humor y vivacidad.

– Solo sois tres, ?eh? -anadio-. Pero este no es mas que un nino. -Senalo con la cabeza a Tomas, que se apresuro a subir al carro antes de que el joven cambiara de idea y nos dejara atras-. Yo diria mas bien dos y medio.

– Es mi hermano -aclare, sentandome a su lado mientras Dominique se acomodaba en silencio detras, con Tomas-. Tiene seis anos.

Me recoste y por un instante, antes de que el carro se pusiera en marcha, desee quedarme alli, en ese recodo del camino, para siempre; ante mi el futuro se desplegaba como un drama a punto de comenzar, un pasado que aun no habia tenido lugar. En un instante el carretero haria chasquear el latigo, azuzaria al caballo, empezariamos a avanzar y Dover quedaria atras definitivamente. Fue un momento de serena gratitud y comprension que nunca he olvidado. Para mi sorpresa, cuando nos pusimos en movimiento note un nudo en la garganta.

– Tienes un acento muy extrano -comento el campesino al cabo de un rato-. ?De donde dices que eres?

– Viviamos en Dover pero nacimos en Francia. En Paris. ?Lo conoce?

– De oidas -contesto esbozando una sonrisa que no pude sino devolverle.

Era joven (no parecia mayor de veinticinco anos), pero tenia cara de adolescente. Le brillaban las mejillas, tersas y suaves como si nunca se hubiera afeitado, y unos mechones rubios caian sobre su frente. Vestia con sencillez, aunque saltaba a la vista, por el carro y el estado del caballo, que no era pobre.

– No he salido mucho del pueblo -anadio-. Voy a menudo a Dover para llevar provisiones a los buques mercantes, eso si. Quiza te haya visto por alli y no me acuerde.

– Quiza.

– ?Es tu novia? -susurro mientras me guinaba un ojo-. Fres afortunado de tener una mujer como ella, ?eh? Seguro que te mantiene ocupado toda la noche.

– Soy su hermana -tercio de repente Dominique, que se habia inclinado para oir la conversacion-. Nada mas. Dime, ?hasta donde vas?

Me volvi asombrado. Una cosa era afirmar que eramos hermanos y otra muy distinta mostrarse tan antipatica y grosera. Si seguia asi solo conseguiria que el joven nos echara de su carro, y en ese caso nos encontrariamos de nuevo caminando por el margen del camino, algo que por el momento mis pies no podian permitirse bajo ningun concepto.

– Hoy no llegare mas alla de Canterbury -respondio el joven-, donde me detendre a pasar la noche. Puedo llevaros hasta alli; por la manana tomare el desvio hacia Bramling. Si quereis seguir hacia Londres os recomiendo que probeis suerte en el camino que va a la ciudad. Hay un viejo pajar donde duermo a menudo. Estara oscuro cuando lleguemos, asi que sera mejor que paseis la noche conmigo y continueis por la manana. Podriais andar en la oscuridad, pero no conozco los caminos y correis el peligro de perderos.

Dominique dio su aprobacion al plan con un asentimiento de la cabeza casi imperceptible y se tumbo en el carro. Furlong -como un momento despues me dijo que se llamaba- permanecio en silencio un buen rato y parecio contentarse con frenar un poco la marcha del caballo y mirar al frente. Saco del bolsillo un paquete de tabaco para mascar y mordio un trozo. Se disponia a guardarlo de nuevo cuando vacilo y me ofrecio un poco;

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